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La mejor postura antiálgica

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jueves, 27 de mayo de 2010

BURLA BURLANDO VAN LOS TRES DELANTE



SONETO A MI DUEÑA -UN POCO EN CHANZA-
PARA QUE DE REZONGAR DESCANSE
LOS SÁBADOS A LA MAÑANA.
(sobre todo ahora que empieza el buen tiempo)


Soy converso a tu boca, a tu retina,
a todo lo cercano a tu universo,
a tu lado frontal y a tu reverso,
a tu luz, a tu noche, a tu neblina.

Ya te toques con velo o con pashmina,
bien calces alpargata o cuero terso,
yo siempre preparado tendré un verso,
 será de tu beldad burda bocina.

Más llegando puntual el día sexto
no me retengas, Corazón, en  cama,
pues sabes que he de andar en bicicletas*.

No hay engaño, soy fiel, no es un pretexto.
Se abre el cielo y el bosque me reclama.
Pesa más el ciclismo que dos tetas.

Bicicletas*: neologismo aceptado por la R.A.E. por el paralelismo observado con la expresión  "andar en     pelotas".
                  Que de las dos formas se puede y debe decir, en singular o en plural.

miércoles, 19 de mayo de 2010

¿Dije + Cine??



Y es que está pasando en todas las ciudades. Con la sociedad del bienestar, o de la saciedad, las pobres salas de cine se colocan en el ranking de las especies en vías de extinción por encima del urogallo y del teléfono fijo. Aquí en Bilbao, sólo quedan tres CINES-cine: Los Capitol, Los Renoir-Deusto, y Los Multi.
Ahí va mi ejercicio-homenaje-melancólico: Vistarama, Olimpia, Coliseo Albia, Gran Vía, Carlton, Albéniz, Rekalde, Ideales, Campos, Urrutia, Mikeldi, Avenida, Ízaro, Bellas Artes, Astoria1 y Astoria2, Ayala, Buenos Aires...
En todos babeé sentado y boquiabierto mientras se sucedían mil aventuras en sus pantallas. Algunos incluso oficiaban con el sacrosanto rito de abrir sus telones a la par que atenuaban las luces dejando poco a poco el terciopelo de sus butacas en la más profunda oscuridad.
Muchas películas se grabaron en mi imaginario emparejadas con la sala donde pagué la entrada. Fitzcarraldo en el museo de Bellas Artes; Indiana Jones en los Urrutia; Ghandi en los Mikeldi; Terminator en el Buenos Aires; Los Cañones de Navarone en el Campos; La vida de Brian y The Wall (el mismo día) en los Carlton... A fuego lento tengo tatuados esos binomios de Newton en mi curriculum vitae. Esas Salas que se han ido convirtiendo en gimnasios, hoteles, supermercados, juzgados, sport shops, tiendas super fashions de ropa hiper pija,,, lugares todos a los que procuro no entrar, aunque a veces caigo en ellos como en arenas movedizas, y allí, anclado hasta la pelvis, hago un barrido visual reconstruyendo la pantalla, los palcos, las filas, los servicios, una triste arqueología imaginaria que me sume, me hunde y me deprime.
Y hete aquí que desde hace cinco años vivo a la vera de uno de esos fósiles que luchan por mantener en formol la muy edificante tradición de ver a Hitchcock en pantalla de veinte por siete. Aquí, durante estos años que vengo viviendo cerca de Los Multis, he ido adquiriendo la feliz costumbre de dejarme caer los lunes, el día del espectador, más baratito, comunión con otros perdidos de la noche ya que de caer caigo en la última sesión. Llego. Alzo la mirada pues sus ocho platos los tiene como colgados del alero. Elijo mi menú y me introduzco en la salita. Sí. Son pequeñitos aunque cuidados, modestos y orgullosos. En varias ocasiones, se ha dado la de que avanzaba el tiempo de espera y era que iba siendo yo el único espectador de la sala. Se apagaron las luces, se proyectó la magia, y al levantarme se confirma la soledad de la sala. Único espectador he sido por ejemplo de La Clase,  y de En Tierra Hostil últimamente.
PERO, todo este preámbulo o proemio viene porque quiero constatar que hace ya bastantes semanas que no puedo ir a mi cine los lunes por la noche. Otros quehaceres me reclaman. Clavado me tiene en la silla, en frente de la pantalla de mi PC, la serie más seria que he visto en tiempo. La tercera temporada de BREAKING BAD es algo sublime. Delicatessen a base de bits. Cada lunes me espera el bueno de Walter White y de Jesse, de Skyler, y de Hank, este policía de la DEA que ha ido creciendo ante mis narices desde quella lejana primera temporada, hasta convertirse en un personaje mastodóntico, entrañable y profundo.

sábado, 15 de mayo de 2010

MÁS CINE POR FAVOR





LAS VIUDAS DE LOS JUEVES
O
LA POLITICA DE LA MUERTE
O
                                     CONSERVAR LA LUCIDEZ EN LA DEPRESION



La elitista burbuja social, por muy presocráticamente esfera que sea, acaba por hacerse porosa y permeable. PELÍCULA SUBLIME. Adoro a los actores argentinos cuando son capaces de vocalizar, impostar y hacerse entender.
Quizás el desenlace demasiado forzado: esbozo de razones, que para mí deleite debieran haber argumentado ad nauseam los motivos. Bellísima la conversación al pie de la piscina con These foolish things de Rod Stewart en el blockbuster. Si hubiera sido Frank Sinatra encajaría (sólo visualmente) en Historias de Filadelfia. Bellísimas también Viale y Celentano.

lunes, 10 de mayo de 2010

PARECE UNA TONTERIA

Hace días que he terminado la recopilación de cuentos de Carver SHORT CUTS, editado por Anagrama y prologado por el propio Robert Altman. No están todas las historias de la película, pero sí la que se grabó a fuego lento en mi memoria. La historia del pobre pastelero que ignoraba la tragedia que se escondía tras la tarta abandonada. Se titula PARECE UNA TONTERÍA.
"...en momentos como éste, comer parece una tontería, pero sienta bien,"
La historia me sobrecogió en la pantalla y me ha sobrecogido en la página.
Una prueba de que fue el epicentro para mi es que de entre todos los actores que pueblan la película es la imagen de Bruce Davison la que siempre ha vuelto como resumen de lo que me dio el film.
Y lo he visto en más trabajos a este estupendo secundario, aunque siempre su papel de padre en PARECE UNA TONTERIA resumirá para mi su carrera como actor. Ni la madre, ni el niño atropellado y agonizante, ni los médicos por supuesto. Bruce Davison.
"...en momentos como éste, comer parece una tontería, pero sienta bien."
Y comieron bollos de canela con la capa de azúcar aún sin endurecer, recién salidos del horno.
Me acuerdo de cuando acompañé a mi padre al velatorio de su tío Vicente. Me acuerdo de la estupenda mesa llena de embutidos y botellas de vino que presidía la cocina, mientras en alguna habitación cantaban su dolor las plañideras. La familia más serena se encargaba de las tortillas de patata y de freir el lomo para que el dolor no hiciera más estragos de los ya infligidos. Yo era un niño, y la verdad es que no entiendo cómo mi padre decidió llevarme a tal fiesta de duelos y quebrantos. Recuerdo que comí mi taquito de tortilla, y de que ésta bajaba por mi seco gaznatito haciéndose un literal nudo en la garganta. Le daría un sorbito a la mirinda, pero los ayes y las frases de dolor a pleno grito hacían del bocado un duro trago.
Otras veces he vivido estos momentos inevitables de pesar y dolor, y he vuelto a ser testigo de estos abnegados auxiliares del duelo que piensan  que en momentos como esos, comer parece una tontería, pero sienta bien.

sábado, 8 de mayo de 2010

DAVID SPENCER

Qué intrincados cliqueos me han llevado por la red hasta toparme con la foto de David spencer junto a una insulsa entrevista que le hacen en un diario de Córdoba. Me entero, sin embargo, en ella, de que tenemos la misma edad, añada del 66, y de que sigue escribiendo libros de texto, ahora ya en solitario tras la aciaga pérdida de su amigo y tocayo el otro David, el Vaugham.
El fotógrafo le habrá pedido que pose así, un poco forzado junto a lo que parece una muela de molino de aceite, quizás un vestigio del paso de los califas por esas tierras meridionales.
Veo de nuevo su cara de niño triste, su flequillo de héroe de Paracuellos, y evoco su voz suave y docente siempre tratando con delicadeza y mesura su cuasi perfecto castellano.
Lo trasladé en mi coche en varias ocasiones a través de Navarra y La Rioja, de congreso en congreso y de charla en charla, por todos los C.O.P. que se nos ponían a tiro. A lo largo de aquellas rectas infinitas de la A-68 nos fuimos dando a conocer poco a poco, casi por llenar respetuosamente el silencio incómodo de los viajes. Y así supe lo orgulloso que se sentía de haber sido alumno y discípulo allá en la Universidad de Oxford del mismísimo Javier Marías.
Todo surgió al descubrir él sobre el salpicadero del viejo Opel Astra el vólumen de Todas las Almas que estaba leyendo un servidor. Los ojos se le hicieron Sparklings al avistarlo y ya no hubo más tema que la evocación de aquellos días de estudiante en Oxford, y la admiración que le profesaba al escritor que tan bien supo retratar en la novelita el ambiente cerrado y tan de naftalina de la vieja universidad. La asignatura que atendía Marías era tan minoritaria, que la impartía en su propia habitación cual si fuera una charla de amigos.
Apuesto a que Spencer habrá leído todo lo que ha salido de la pluma de Javier Marías, casi por obligado rendimiento de pleitesía a la memoria de aquellos años. Mi caso sería parecido de no ser por el enorme escollo que me supuso Tu rostro mañana, Fiebre y Lanza, que me ha apartado por ahora de su prosa más plúmbea y enojosa a  mi juicio.

Me ensalzó también -lo recuerdo- a un autor que le gustaba y del que yo no había oído hablar jamás aun siendo español, el autor digo. Julián Ríos, al que tenía por el James Joyce hispano, por el Proust del castellano, y al que el stablishment literario y cultural lo mantenía ignorado de la manera más injusta e ignominiosa. LARVA era la novela cumbre de Ríos, según me contaba David, con un estilo que se acercaba más al Finnegan´s Wake que al Ulises del inmortal dublinés. Inextricable por tanto. Como un Libro de Manuel de Cortazar, o como El ruido y la Furia de Faulkner.
Todo eso me contaba el bueno de David, con su carita de vino Sherry y su ropa de Marks and Spencer.
Y me entero hoy por esa entrevista andaluza de que sigue bregando con los phrasal verbs y las defining clauses. Seguirá vendiendo su lengua franca a nuestro duro oído. Aquí está, a la vera de esa muela enorme, mojando su picatoste en el platillo de aceite cordobés, mientras la brisa que llega de lejos, desde el estrecho, le atusa el flequillo ralo y lacio de héroe de Paracuellos.