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La mejor postura antiálgica

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sábado, 28 de marzo de 2015

CIFU & EZCARAY



Estaba en Sevilla cuando mi fiel Eskuredo me envíó un wasap con un lacónico "Ha muerto Cifu". Bueno. Todo llega. Nos iremos todos. Es hora de esculpir torpemente la loa. Cifu fue nuestro báculo en aquellos años ochenta y noventa que nos permitió ir tropezando por el camino asilvestrado del jazz. El joven Fructus que forraba su habitación con posters de Montrose Whitesnake y Angus Young, corría el dial de su radio buscando más rock, más blues, más metal. En ese desenfreno esquizofrénico se topaba por error con programas de música clásica, o lo que era peor, con ese murmullo anárquico que era el jazz.
Y esa puerta no se puede cruzar casi nunca por casualidad, hay que armarse de razones para asir su pomo y empujarla y cruzar el umbral brumoso que te lleva a su universo paralelo. En mi caso las razones fueron sencillamente una voluntad irrevocable por conocer algo tan distinto a lo que hasta entonces me producía placer. Y ahí vinieron la busca, la escucha activa, la perplejidad e incredulidad a cada paso...y la ayuda en aquellos días de Jazz porque sí, y desde luego de Jazz entre amigos.
Y fue que un tío de la edad de mis padres comenzó a guiarme y a aconsejarme, y consiguió que esos nuevos compases y texturas, si no desbancaran al rock de su trono, se arremolinaran a sus pies y convivieran amablemente como buenos descendientes de un padre común: el blues.
No empezaría a comprar discos de Jazz sino mucho más tarde. Mis ahorros eran para Judas, Nugent y Tull, pero casi sin darnos cuenta se iban colando los Gerry Mulligan, Davis, y sobre todo el Charlie Parker al que me convertí tras la lectura de El perseguidor.
En el Café Central de MAdrid he estado dos veces, y buenamente pudiera haber coincidido allí con J.C. Cifuentes, aunque con quien sí lo hice fue la primera vez con Charo López, y la otra con una tal Isabel Gemio. El encuentro en la tercera fase tuvo lugar sin embargo en un pueblecito riojano que había sido la guarida vital para un crítico de jazz belga que lo eligó para morar allí hasta el fin de sus días. El crítico fue Ebbe Trabberg, y el locus amenus la villa de Ezcaray.
Y fue que Cifu se había converdido en el maestro de ceremonias obligado para presidir el festival que homenajearía a Trabberg cada año en su Festival de Jazz de Ezcaray.

Creo que allá por los últimos años del siglo XX aparecimos un mes de julio Iciar y yo, y llamados por la música y el gentío descubrimos el "memorial" al que hemos fallado en muy contadas ocasiones, Y allí vimos sobre el escenario, micrófono en mano, a Cifu, al tío de la tele, al de Jazz entre amigos, presentado a músicos de jazz de 2º división, los que no entraban en los carteles de Vitoria o San Sebastián.
Todos lo años podías tropezártelo en algún bar acompañado por los jazzers o por los organizadores  de la Sociendad de Amigos de Ezcaray, y sólo una vez me animé a dirigirle la palabra y a estrecharle la mano mientras musitaba torpemente mi admairación y le agradecía su labor didáctica e instructiva que tanto me había ayudado . Y me di cuenta de que lo estaba tratando como si fuera una estrella de jazz, como si hubiera sido él el que hubera soplado el saxo o aporreado los platillos.

Ayer, asistimos en la sala BBK de Bilbao a un concierto homenaje que le brindaban la Sociedad de La Bilbaina Jazz Club. Porque tenía amigos bajo las piedras gracias a su gran labor auspiciadora de músicos y festivales. Vi a Mikel Romano en la larga fila que iba aliementando la sala,  y luego no logré recuperarle, pero le agradezco que me animara a manchar Ekoizle con esta reseñita.