miércoles, 29 de diciembre de 2010
JETHRO TULL
Dónde estarán todos mis discos de brillante plástico negro. Los cepillos con los que les limpiaba el polvo, con sus sprays anti-statics. Sus fundas trasparentes, y los folios ajados donde traducía sus historias de amor y muerte. Cuántas de mis pesetas ahorradas como sufrido adolescente de los ochenta, e invertidas en Long-Play se convertirían en dólares con los que Ian Anderson adquiriera un coche nuevo, una nueva casa o una lata de leche en polvo para su hija.
Pero todo lo que me han dado sus canciones, sus melodías, no cabe en un mundo.
Cross-eyed Mary, Aqualung, Locomotive Breath, We used to know, Nothing is easy, Living in the past, Skiting away...Bouree, Thick as a brick....... todas escuchadas en dormitorios empapelados con posters de ACDC o Rainbow, o de el mismísimo Anderson en su postura de garza.
La primera vez que los escuché fue en casa de mis primos, con el tocadiscos en el suelo, entre sus camas gemelas. Aqualung. Yo aún no había escuchado ni a los Beatles, lo que supuso que mis jovenes oídos se hicieran a la droga dura antes de haber empezado a fumar un simple celta. Aquellos acordes graves, secos eran un compromiso, ni un paso atrás. Miraba a mi primo Reyes cómo agitaba al ritmo su cabeza, y miraba también la portada de aquel disco donde una acuarela de colores desvaídos mostraba a un viejo andrajoso que escondía algo bajo su abrigo a la par que prevenía a los intrusos con una mirada desafiante. Aquel primo lleno de pelo color vino por toda la cara fue quien me bautizó. Desde entonces algún tema de JT me habrá decepcionado un poco, pero nunca lo suficiente. Hasta Under Wraps, cons su sintetizadores y cambio de estilo se me pegaba a las meninges para no salir.
Mi homenaje a esa banda eterna que llenó de ecos medievales mi último cuarto del siglo XX. Una banda cuyos músicos se fundían con su instrumento hasta el virtuosismo. No había trampa, sólo cerraban sus ojos y respiraban por sus dedos y sus bocas. Ellos eran los músicos de estudio que les acompañaban. Profesionales de un tosco jazz medieval británico.
Pero dónde estarán aquellos discos!?
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sábado, 25 de diciembre de 2010
LIFELINE
Siempre me acuerdo de Victor Erice cuando contemplo el membrillo que plantó mi padre en su jardín de La Rioja. Es un membrillo de crecimiento lento, como su cine. Yo lo dibujé también emulando a Antonio López. Sobre una cartulina ajada ya desde un principio, parecía una reliquía desde el segundo en que terminé el dibujo. Siempre ha estado en la mesilla de noche de mi madre, allá en Castañares. Y cuando ella murió este puente de diciembre, volví a verlo tras mi cárcel de lágrimas, borroso y dinámico.
He vuelto a ver de nuevo hace unos días El espíritu de la colmena. El viento, el silencio, los ruidos de la casa, las niñas, el cine en la infancia. He visto también el domingo pasado, Copia certificada de Kiarostami. Tan hermanados los dos, tan morosos, profundos, tan amables permitiéndonos degustar los planos, las palabras. Iguales que un vino cosechado para envajecer.
Cuando paseo en Ezcaray por la carretera que lleva a Valgañón, también pienso siempre en Erice al ver la casa donde rodó El sur. Y veo a Rafaela Aparicio llegar, y bajar del coche hacia el encuentro de Iciar Bollaín, custodiada por los gigantescos castaños de indias que pespuntan la carretera.
Dejo aquí el inmenso cortometraje Lifeline.
Porque casi siempre lo más grande puede caber en apenas estos diez minutos.
Alumbramiento de Victor Erice from cuando los grandes eran cortos2 on Vimeo.
He vuelto a ver de nuevo hace unos días El espíritu de la colmena. El viento, el silencio, los ruidos de la casa, las niñas, el cine en la infancia. He visto también el domingo pasado, Copia certificada de Kiarostami. Tan hermanados los dos, tan morosos, profundos, tan amables permitiéndonos degustar los planos, las palabras. Iguales que un vino cosechado para envajecer.
Cuando paseo en Ezcaray por la carretera que lleva a Valgañón, también pienso siempre en Erice al ver la casa donde rodó El sur. Y veo a Rafaela Aparicio llegar, y bajar del coche hacia el encuentro de Iciar Bollaín, custodiada por los gigantescos castaños de indias que pespuntan la carretera.
Dejo aquí el inmenso cortometraje Lifeline.
Porque casi siempre lo más grande puede caber en apenas estos diez minutos.
Alumbramiento de Victor Erice from cuando los grandes eran cortos2 on Vimeo.
sábado, 18 de diciembre de 2010
Qué frío
¡¡¡Qué frío!!!
El otro día le contaban al Arias y al Echanove en "Un país para comérselo" que Teresa de Ávila era partidaria de "cuando perdiz, perdiz". O sea, que mística sí, pero ingenua ni un ardite. Los pagarés para pasar de nivel se los dejaba abonar al tontuelo de Juan de Yepes, cuyos despojos mostraron cómo llevaba el cilicio incorporado bajo el pellejo, lo que se dice "somatizado". O al menos eso es los que nos cuenta Gerald Brenan, que sus fieles se lo reaprtían -dedo arriba dedo abajo- para llenar con él sus relicarios. Que bajo su tosca capa de carmelita reformado apareció efectivamente el tortuoso afiche como garante de su seguro pasaje hacia el nirvana.
¡¡¡Qué frío!!!
Recuerdo yéndome a la escuela con Juan Carlos -mi vecino de entonces del tercero, y amigo aún hoy a pesar del tiempo y la distancia- en días de frío sobre todo, cómo cada mañana en un punto imprevisible del trayecto nos parábamos, y como un borrachito, apoyaba su mano derecha al muro o la farola y tras un previo mohín, que no llegaba a náusea, vaciaba la lechosa pitanza que se había desayunado en casa. Su madre, la Divi, no sabiendo que fuera alérgico a la lactosa, le calentaba amorosa el nesquick cada jornada ignorando que en minutos desalojaría el carburante en presencia de su vecino y seguro servidor.
Tras besarse el dorso de la mano a modo de pañuelo, seguíamos nuestro periplo hacia las aulas como si nada.
Recuerdo a Juan Carlos por una de sus frases, que sin ser digna de piedra se ha grabado en mis meninges cada vez que oígo a alguien hablar acerca del tiempo. Era una frasecilla humilde e ingenua, pero de inusitada y extraña madurez en un ser humano aún tan breve: "Qué es buen tiempo: cuando en invierno, frío; cuando en verano, calor. A cada clima su estación."
Confucio se revelaba a veces por la boca de Juan Carlos, y sus pequeños haikus no hacían sino refrendar aquel boletín de notas tan ansiado por todas las madres del bloque. Y sobre todo por la mía.
¡¡¡Qué frío!!!
Entre los tópicos vascos está el que asegura que entre esos naturales no se folla tan amenudo como ellos quisieran. Supongo que habrá otros tantos gentilicios que querrán hacer suya esa triste aseveración. Desde luego, este que suscribe, de mixto origen y de apellidos dispersos, también se apunta vulgar y triste a la pugna por rubricar al pie del tópico. Y es que no creo que vaya tanto con la patria chica del varón como con el ostentoso "morning glory" con que nos abrimos al día cada mañana.
Yo estoy rodeado de vascos en el trabajo, euskaldunes de apellido y lingüística, que del tópico del que son profesos es del de llevar como religión el parte metereológico. Internet les ha provisto de su particular pastor del Gorbea, y todos tienen -sin excepción- el 1º de la lista de sus favoritos el weather report de euskalmet, el del meteosat, o el de la mismísima Santa Bárbara..
Lo cierto es que no he visto colectivo tan sensibilizado con el meteoro como los vascos que cada tarde me rodean de 4 a 6.
¡¡¡¡¡¡Qué frío!!!!!
El otro día me invitó un francés a una mariscada, y en la sobremesa pude conocer a un bilbaíno desplazado por gusto de su tierra. Antiguo marino mercante, ahora se asienta en el puerto de Bamako, en Guinea Ecuatorial. Se encontraba de paso, y nos hizo saber lo positivamente impresionado que le tenía la transformación de la ciudad. A pesar de ello, sus visitas al botxo cada vez iban reduciéndose más debido sobre todo al...frío.
El termostato de su piel se había hecho a los trópicos de forma que los doce grados que disfrutábamos aquel día le eran poco menos que lapones o finlandeses.
A parte del térmico detalle, nos regaló con un detallado y nunca pedido catálogo de sus nuevos usos y costumbres amorosos. Desplegó en su monólogo -entre vieira y cigala- cómo no se le iban ya los ojos tras ninguna "blanquita" (sic). El francés y yo nos mirábamos de hito en hito, y a nuestros ojos los moluscos bivalvos en sus manos adoptaban metafóricas y rijosas simbologías que nosotros, inconscientes y achispados, íbamos regando con más y más ribeiro.
Qué frío.
En Gernika.
Alubia blanca guerniquesa
Antxoas rebozadas
Flan de la casa con nata
Tinto Labraz de Piérola
agua Aquabona convenientemente precintada
Cortado con hielo.
12,50€
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