Últimamente con cada novela de Auster espero que pase la efervescencia de las mesas de novedades, y que vuelvan las aguas a su nivel de mesura, como cuando lo leí por vez primera.
No significa que no me compre el libro en cuanto sale, que sí lo hago. Pero una vez en casa, lo dejo reposar sabiendo que ya estamos predestinados, más pronto que tarde, a encontrarnos de nuevo.
A Auster se le puede considerar, como a Woody Allen, un autor más conocido en Europa que en Estados Unidos. Más Europeo. En su caso, más francés. Pero también Ibérico: rodó su Martin Frost en Portugal, y fue premiado en Oviedo con el Príncipe de Asturias.
Ese europeísmo, aquí en España se concreta en el auspicio de un editor como
Herralde que desde la Trilogía de Nueva York lo publica en esas tapas amarillas que también casan con la decoración de mi sala de estar.
Vargas Llosa lo considera literatura de consumo rápido, sin pretensiones, superficial. Aunque habría que preguntarle a Varguitas que pretendía él con Los cuadernos de Don Rigoberto.
Lo cierto es que la cita con Paul Auster se degusta con placidez. Vale que con las últimas novelas no llega a las cotas de El libro de las Ilusiones o de Leviathan, pero es su estilo reconocido, sus azares (como en este caso la forzadísima lectura del Gran Gatsby entre Miles y Pilar), sus temas, sus frases, las que me muestran como en un espejo su mundo particular, y me calman y me llenan como una saludable infusión de palabras.
Con Suset Park, Auster construye una particular Rue de Percebe donde ha dispuesto a unos personajes a veces demasiado divergentes. Cada uno con su pequeña historia a cuestas. Sólo Miles Heller los cataliza, los reúne y los activa.Heller es el ojo del huracán en torno al que giran su padre y sus autores de Heller Books, su madre y su madrastra, su joven novia cubana Pilar, los tres integrantes de la casa de acogida en Sunset Park, y sobre todo el fantasma de su hermano.
Al igual que la torre sobre la bahía de Dublín en Sandycove donde están de okupas Stephen Dedalus y Buck Mulligan, Miles y sus amigos viven sin pagar alquiler en un viejo caserón abandonado en frente del cementerio de Sunset Park.
Una especie de hogar de acogida que recuerda completamente al Hotel Existencia de Nathan Glass. No por nada el precursor de la idea es Bing Nathan en este caso.
La historia de Miles Heller es una tragedia griega, con fratricidio, entrega total a un viaje de expiación lejos del hogar, que al final lo devuelve como a Ulises, no a su hijo Telemaco sino a su padre esta vez, Morris Heller.
Brooklyn, beisbol, crisis, escritores condenados como Liu Xiaobo o Salman Rushdie,,, y sobre todo esa película que es la tesis doctoral de Alice Bergstrom, Los mejores años de nuestra Vida, que ganó el premio de la Academia a la mejor película, al mejor actor principal, al mejor director, al mejor actor secundario, al mejor montaje, a la mejor banda original y al mejor guión adaptado. Ahí es nada.
Película que no había visto nunca, y que invitado por el análisis que hace Alice de ella me, dispongo a visionar cualquier día de estos. Ya la he comprado.
A pesar de las malas críticas que leo por aquí y por allá, Sunset Park me parece una novela de un escritor con una voz muy propia, que ya ha llegado a donde quería y que se siente a gusto desgranando sus historias.
Espero, eso sí, que no vuelva a columpiarse en autocomplacencias tipo Scriptorium y que deje que los homenajes se los hagan otros. Si sigue así no ha de tener miedo a quedarse sin ellos.
Cuando dijiste lo del caserón, pensé ¿cómo el hotel Existencia de Nathan? Y sí, ahí estaba. Yo también he sido Autera mucho tiempo y supongo que sigo siéndolo pero sin tanto apego como antes. De los ocho libros y medio que le he leído, siendo el medio el insoportable "Viajes por el Scriptorium", que ahí se quedó, siempre me he sentido cerca de este autor. Y he pensado que haga lo que haga le seguiré de alguna forma. Me lo ha puesto muy difícil después de "Brooklyn Follies", pero nunca voy a decirle que no. "Invisible" ya fue un gran descenso, habrá que intentarlo con "Sunset Park". Aunque sólo sea por Ben Sachs, Fanshawe, David Zimmer y por el equipo azul, que forma uno con él pese a todos sus cambios. Un beso, Fructus.
ResponderEliminarQuerida y nívea dama no esperes sin embargo reencontrarte con el hálito de la Trilogía. No con el del Libro de la Ilusiones, Leviathan o mismamente la Noche del Oráculo. Hasta la Música del Azar o Vértigo guardan más del mejor Auster que su última etapa. No obstante su voz es la misma, como dije arriba, su cadencia me contenta. Es ya una cita pactada, como las películas de Allen. Ay, el cine. Cómo disfruté viendo/leyendo El Libro de las Iusiones. Otro para ti, Angeline. Te leo. Me gustas.
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