No quiero quitarme mérito, pero se lo debo todo a ella, a Scott. La mujer y la bici me han salido buenas, es así, y no hay más. Ambas se comportan como señoritas distinguidas con encanto cuando me sacan los domingos; pero ambas me sorprenden cuando hay que ensuciarse y pelear en el barro y sacarse los encajes y quedarnos básicos y desnudos en el ring, dándolo todo y consiguiéndolo todo también.
Por algo una me regaló a la otra. Creo que no cambiaré a ninguna de ellas si ellas están de acuerdo, y se dejan cargar con mi peso muerto un poco más.
Con un entreno deficitario, la he montado (a Scott) con miedo de no estar a su altura y fallar con un triceps díscolo y débil. No ha sido así, todo ha salido fetén. Tres deseos pedí mientras le frotaba el cuadro esta mañana:
1.- Volver entero, en orden y concertado.
2.- No pinchar
3.- Ser consciente en todo momento de mi baja forma y no desfogarme ni picarme cuando me pasaran uno y otro también, y otro, y otro también, y otro, y otro y otro....
Y todo se cumplió. Estoy satisfecho de la proeza, de haber acabado en el mediocre pelotón del medio tiempo (if at first you don´t succeed, you are runnig about average) y de haber disfrutado de unos parajes impresionantes echando la mañana de una de las mejores maneras que conozco.
Lo peor ha sido es descuido de no haber tenido tiempo suficiente para cambiarle las cubiertas a Scott antes de salir. Y así, con unas ruedas casi sin tacos,y casi como las de Hamilton de lisas, me he aventurado por el chocolate más traidor por el que jamás he rodado. Apenas he andado tres metros seguidos en línea recta, tal era el vaivén y el desliz al que me obligaba el piso húmedo, voluble, blando.
Recalculando siempre la rueda trasera, zigzagueando a fuerza de golpe de manillar; cruzando ríos de aguas turbias, charcos inmensos como mares que me hundían hasta media rueda. Total: un verdadero placer. Llegar como un ecce homo forrado de barro seco, agotado pero feliz de que la megafonía gritara mi nombre a los cuatro vientos junto con el número de mi dorsal.
También un poco decepcionado por ir solo, con mi soliloquio de jadeo y resoplido al límite. Qué tiempos en los que el italiano y los dos guiputxis me seguían el juego y se medían conmigo en camaradería ejemplar. Se están dejando, hasta el punto de que el próximo encuentro ya no es binomio de bici y mantel, sino monomio de papeo y compaña, que no es poco pero...
53 km
1350 m de desnivel acumulado
y escuchadme: sin zombis.
Tras la inscripción, el café, la espera estirando los músculos y echar una foto-testimonio.
Fijarse los corrillos, mentideros, las piñas, los amigos...
Inopinado clima tras los torrentes de agua de ayer mismo.
Tiempo de buscar un palo y sacar de los intersticios el barro a kilos. Principia el piso inclinado.
Los espejos del camino acompañan toda la marcha.
La proa de Scott embiste el aire de los carrascales
Maurizio y Fructus, hace dos semanas. El último entreno que nos permitió el tiempo adverso. Al final, el italiano se cayó del cartel. Sobre el Abra, desde el Serantes (Santurtzi)
Scott y Lapierre sobre el Superpuerto