Llaman al timbre desde la calle y me responde al telefonillo
el bueno de Amalfitano. Últimamente hemos hablado or teléfono, y nos hemos
estado guasapeando alguna tontería con la excusa de lo de Ana Botella, pero hacía
tiempo que no lo veía en persona, tres meses quizás. Lo encuentro bien,
subiendo las escaleras de dos en dos, con denuedo y resolución hasta el rellano
donde lo estoy esperando con una sonrisa y un abrazo.
Lo siento fuerte, como si durante estos meses de verano se
hubiera estado mazando en un gimnasio. Se lo digo y se ríe porque dice que es
cierto, que no se ha ido a ningún sitio y que se ha dedicado a luchar contra el
efecto avejentador del paso del tiempo.
Ya sabes, que no he hollado uno de esos centros de tortura
desde que fui al instituto, le digo. Pues mal hecho. Se trata de una honorable
institución fundada en tiempos inmemoriales por los griegos. Sí ya, unos
bujarras que con la excusa de filosofar al calor de las termas se cepillaban a
los mancebos con todo el estoicismo del que eran capaces. Porque supongo que
sabrás que el vocablo significaba en griego lugar donde ir desnudo o algo así.
Eres un pureta Fructus. O sea que si iban desnudos ya
significa que eran pederastas o bujarrones. Se trataba del cuerpo, tío. De lo
que somos. Aquellos espartanos eran la hostia , eran los defensores de la
Polis, y para ello los únicos antidisturbios que tenían eran sus bíceps, tríceps
y cuádriceps.
Sí, como si no se supiera ya que toda la Grecia desde Zenón
hasta Alejandro tenía más pluma que el Mario Vaquerizo. Pero bueno, es igual,
el caso es que estos gimnastas patrios se han quedado igual de en pelotas que
aquellos griegos fornidos del Peloponeso por culpa de esa panda de
ineptos inmorales que son los políticos que han querido encender el pebetero en
La Cibeles.
Bueno, y así seguimos hilvanando tontura tras tontura. Le
invito a un güisqui, que mezclamos con agua del tiempo, sin hielo, y que
tomamos plácidamente asomados al bosque de abedules que se divisa desde el
livinrum.
Me dice que está un poco preocupado por mi indolente actitud
hacia Ekoizle. Que no escribo, y que he de luchar contra ese dolce far niente
que me atenaza la creatividad. Me anima a que pixele el tatami de mi huerto con
cualquier tontería que se me ocurra, que cuelgue fotos o que refiera mis
impresiones sobre lo que acabe de leer o de escuchar, como hace todo el mundo.
O si no que para qué cojones creé el blog.
Reímos y bebemos. La botella de Chivas va perdiendo su color
ambarino para convertirse en un simple vidrio transparente. Me cuenta varias anécdotas
desternillantes, las películas que ha visto. Nos detenemos en la última de
Tornatore y ambos la ensalzamos, al igual que Holy Motors que vimos juntos al
principio del verano acompañados por mi hijo. Ha comprado, como yo, The Next
Day de Bowie, y también nos deshacemos en alabanzas. Me levanto y lo pongo. Suena The Stars (are out
tonight). Cómo hemos podido vivir hasta hoy sin esta maravilla del Bowie
sesentón. ¿mejor que Ziggy? Mmmmmm….. joder, nos estamos levantando y estamos bailando esta maravilla de tema. Nos descojonamos viendo que bailamos muy parecido al estilo western sacando las pistolas.Pero qué pasa si parecemos Anaximandro y Anaxímenes calentando antes de una sesión epicúrea. Qué más da! este ritmo endiablado nos manipula como a títeres por toda la estacia saltando y triscando como jodidas cabras del glam.
Bueno vale, el siguiente tema es más hipnótico. Love is Lost. Nos relajamos un poco y nos componemos mientras entre risas recuperamos nuestros vasos y nos sentamos de cara otra vez a los abedules.
Bueno vale, el siguiente tema es más hipnótico. Love is Lost. Nos relajamos un poco y nos componemos mientras entre risas recuperamos nuestros vasos y nos sentamos de cara otra vez a los abedules.
Saco algo para picar. I´m feeling peckish, yes, thanks, dice.
Roquefort, anchoillas de Santoña, y metemos a Chivas al banquillo para sacar de
refresco un crianza alavés, un Riscal. Se nos suelta la lengua, subimos el volumen
y ahora pongo a Dylan. Estaba muy a mano Slow Train Coming y oímos la guitarra
de Knophler ambientando los versículos de Mr Zimmerman. La que menos me gusta
de este disco es la de los animales. Coincido, le digo. Es como si la hubiera
compuesto Gloria Fuertes. Reimos y brindamos por ella, por Gloria, no por la
canción.
Entonces me dice que el otro día, mientras caminaba por
Bilbao le vino una tonada maravillosa. Nueva, inédita, que de verdad no era
nada que hubiera escuchado antes, que era un diamante, una canción redonda, una
joya en la que había que engastar un letra a la altura. Se paró en un parque y
lo intentó garabateando sobre una hoja libre de la agenda. Lo hizo. El texto le
pareció una maravilla a la altura de la música. Se sintió ingrávido. Pero tenía
miedo de perder la melodía, de que se le
olvidara. Podría intentar escribirla en un rudimentario pentagrama, que para
eso había estudiado solfeo cuando churre. Pero sucedió lo que tenía que
suceder. La mayor de las desgracias posibles. Lo llamaron al móvil, y en lugar
de no contestar hasta que hubiera transcrito la canción, habló sobre descuentos
y fechas de entrega durante más de diez minutos seguidos, de forma que las
notas, las corcheas, los soles y los res y los las se esfumaron para siempre.
Una tragedia. Había pensado en visitar a un psiquiatra o a un psicólogo, a
alguien que le rescatara de su disco duro toda la información de ese día, pero
había llovido ya mucho sobre ese suelo y se habría borrado toda huella de
aquella obra maestra. Tenía la letra en la memoria. La letra sí. Pero la letra
no valía nada. Nada. Sin la Música. Era naif, irrisoria, ridícula, como le
pasaba a la mayoría de las canciones. Le dije que me la recitara con el énfasis
y la circunstancia con que la compuso; y he de decir que entre los efluvios del
scotch y los efectos del Rioja Alavesa, me pareció un bonito y sencillo poema.
Obviamente al día siguiente me pareció una mierda.
A veces no la tienes
A veces se te va
Pero la mayor parte del tiempo
La luz te envuelve
Como un fuerte aguacero
Como una tempestad
Tu voz se vierte en mi oído
Y me envuelve
Tus dulces feromonas
Luchando con la sal de tu sudor
Se abren paso hasta mis fosas
Y me envuelven
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