La hibernación ha sido larga. Quizás tenga mucha culpa la mínima actividad operada en facebook. Una actividad un poco más de aquí te pillo aquí te mato, vivificada por el trasiego de aportaciones de los asimilados en ese contubernio de malentendida "amistad" que sugiere la red social. En todo caso, hemos vivido, hemos respirado y hecho el amor a la mujer amada, hemos leído y hoyado los pies y las ruedas por trochas castigadas por el barro del invierno y de la incipiente primavera. Hemos cocinado y hemos libado vinos dignos de panegíricos más audaces que cualquier loa que de mi lengua salga. Y hemos compartido también la vida -Iciar y yo, turnándonos la tenencia del volúmen- de algunos personajes que han calado hondo hasta formar parte de nuestra pseudo-realidad. El inspector Sancho, Carapocha, y desde luego Augusto Ledesma. Junto a ellos una mesnada de personajes quizás no tan importantes aunque no menos necesarios.
Memento Mori.
Dies Irae
Consumatum est
La abducción ha sido total. Hemos ido ralentizando el paso de las hojas hasta convertirlo en un moroso acto que quería congelar la acción, temiendo que el vaso se vaciase, que la aventura llegara a su fin, sabiendo como sabíamos, que Gelllida finiquitaba la trilogía encargándose de dar matarile cervantinamente al cereal killer más castizo de la historia de la literatura negra. Y es que Valladolid se ha convertido en el núcleo alrededor del que orbitan Islandia, Alemania, Polonia, Italia, Chequia, Albania... escenarios dibujados perfectamente por la mano magistral de un escritor bisoño pero tocado por la mano de las musas para mantenernos tensos, ávidos, expectantes. Así el centro de Castilla-León se ha liberado de todo prejuicio para convertirse en un locus tan cosmopolita como cualquier otro, porque a partir de ahora, en este siglo XX1 de las fibras ópticas cualquier pueblo puede albergar heroes o monstruos cosmopolitas, políglotas, melómanos, cibernéticos...
miércoles, 14 de mayo de 2014
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