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La mejor postura antiálgica

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jueves, 18 de febrero de 2010

THE CATCHER

Ha muerto Salinger y he vuelto a leer su novela. Al igual que los desastres naturales son las lecciones de geografía que sutilmente nos regala dios, así algunos decesos ilustres se convierten en relecturas agradecidas y sorprendentes.
Compré El guardián... allá por el 87. Yo entonces forraba y firmaba algunos de los libros con los que me hacía. Lo leí, y dan fe algunos subrrayados y notas a lápiz que he ido descubriendo en esta segunda lectura. Pero no recordaba apenas nada de la trama salvo el inicio de la novela, la nieve, el frío, la visita al profesor y la huída a Nueva York en el tren nocturno. El resto ha sido como si hubiera sufrido alzeimer. Holden Caulfield ha sido timado en la habitación del hotel por vez primera para mí. Y por vez primera ha dejado caer el disco que le había comprado a su hermana, visitado el museo de historia natural, y tocado con su roja gorra de cazador con orejeras, trasunto bacinesco ésta, de otra que cubriera la oronda cabezota quijotesca de Ignatius Necio Conjurado.
Cuántos libros habré leído desde los quince años hasta pongamos los treinta y cinco de los que no me acordaría y su lectura me sería nueva. Puedo nombrar títulos y autores que juararía haber leído y de los que recuerdo apenas su trama sutil, a veces ni eso. Nada.
El cofre robado de Hesse
Diario de la guerra del cerdo de Bioy Casares
Las cabezas trocadas de Hesse
La puta respetuosa de Sartre
Silvestre Paradox de Baroja
Tormento de Galdós...
Relecturas que no haré nunca en muchos casos, y otras que me dapararán nuevas impresiones.
El pequeño Caulfield, tan disidente y contestatario, arrastra por NY el peso de su hermano muerto como una mochila que le lastra y no le deja medrar socialmente. Fruto de su tiempo, hoy, tras tanto realismo suicio, tras Carver, Delillo, Roth, Amis, auster, la novela queda un poco descolorida. Válida como documento, casi como monumento (aunque a mi juicio, menor). Es como sentarnos a ver La Cabina, tan de moda estos días por el Goya a Mercero,
tras ver -salvando mucho las distancias- una temporada completa de The Wire o Breaking Bad.

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