reading along

reading along
La mejor postura antiálgica

Buscar en este blog

lunes, 15 de marzo de 2010

Algunas obras completas que siempre he querido tener: al menos -que menos- las de Borges y/o Cortazar. Se trata de unificar la miriada de ediciones que siestean en mis estantes, Plaza y Janés, y sobre todo, Alianza. Cada uno de mis pobres volúmenes de bolsillo envejeciendo a su sazón, y adquiriendo su tono particular de ocritud.
Veo este tomo, el primero.Y compulsivo, me hago con él. Lo meto en casa alborozado. Yo. Y ya hay ocho o diez libritos que aúllan desde el mueble, como desconsolados perrillos, presintiendo el sacrificio. La defenestración literal, el escrutinio barberocuril. Curabarberil. Pero acudo a ellos con todo el amparo que me cabe en las manos. Los busco en sus recónditas esquinas y los congrego. Les paso el dedo corazón por la lomada; el índice amoroso por las portadas (casi todas de Daniel Gil). Los sereno. Seco sus lágrimas de polvo.
Al azar, escojo Ómnibus, Continuidad de los parques, La isla al mediodía. Oh! La isla al mediodía!!!! La historia de Marini me vuelve a disolver como a un azucarillo expuesto a Always and forever de Pat Metheny. Y leo. Leo en silencio para mí, pero llegando a mis viejos volúmenes. Calmándolos frase a frase. Sólo leo tres. Para otros festines dejo El perseguidor, Las ménades, y por supuesto, La noche boca arriba. Ahora con estos tres me basta. Comulgo. Rindo pleitesía al gigante briareo, al barbado argentino de París, al estrábico ludópata que tantas páginas me hizo manchar como émulo ignaro suyo en los tiempos del BUP y del COU. Emular su fama. Y su cronopia.

No hay comentarios:

Publicar un comentario