reading along

reading along
La mejor postura antiálgica

Buscar en este blog

miércoles, 28 de abril de 2010

MANTEL DE CUADROS

Antes de sentarme ya sabía que iba a ser una sobremesa memorable. el día era uno de los más colorados del almanaque a pesar de estar en medio de la semana. El pronóstico del meteosat se cumple y voy al volante con el salpicadero marcando 30º y medio de canícula. Estoy de nuevo en mi finisterre particular. Hondarribia. Al otro lado del estuario se extiende Hendaia, y en mi mente de ratoncito ibero de laboratorio se me figura el extranjero, la otra lengua, la frontera, el misterio, la aventura... Pero no tengo tiempo para incursiones tentadoras por el sur de Francia, y me encamino a Goxodenda, mi restaurante dilecto y recoleto, donde me salió aquel poemilla  que hizo que Angeline silbara por lo bajo, como para sí. De nuevo Valle del Cinca en la copa. tinto joven. Nuviana. Tempranillo + Cabernet. Oh Dios! ¡Tendré que echar la siesta en el coche antes del regreso! Merecerá la pena. Voy a comprar bonos de Nuviana, o deuda pública de Nuviana, o acciones de la bodega, o apadrinaré a un hijo de un vinicultor de Nuviana, lo que sea pero esta gente tiene que seguir vinificando mis estancias en Fuenterrabía. Espera, quizás pueda enviarles mi curriculum para llevar su representación por los bares de Bilbao. Pero qué digo. ¿Estoy borracho ya? Mejor voy pidiendo el café porque me descompongo y disgrego por menos de nada.
Me centraré recuperando el menú elegido hoy.
De primero: pure de verduras y picatostes, con taquitos de vieira y piperrada.
De segundo: Tacos de gallo sobre patata panadera, con reducción de naranja, limón y piña.
De postre: flan de queso bajo crema de arándanos.
Café cortado con hielo, y el Valle del Cinca arriba apuntado.
13€
La mística de la buena mesa la he experimentado siempre en contados manteles, y los de Goxodenda fueron siempre apuesta segura.
La sobremesa. Cómo han podido recibirme con esta alfombra tan roja. A mitad del éxtasis palatino empiezo a discernir en la música ambiente la voz de Eva Cassidy cantando Over the rainbow, y luego todo el disco, lingote a lingote.
Pero dónde ha podido estudiar cocina este melónamo restaurador que me regala la boca y el espíritu de esta manera. Debería entablar conversación con él, abrirle mi alma y contagiarme de su luz, pero lo cierto es que no he bebido tanto vino como para eso. Además qué podría ofrecerle yo a un ser que cocina de esta manera, Quizás se fijara en el librito que me acompaña y que amarillea la mesa con su color de Anagrama. Los short Cuts de Carver, con prólogo del propio Altman. Quizás sea un cocinero lector del dirty realism americano y se sentara a mi vera y me contara sus esfuerzos por dotar de toda la literariedad de la que es capaz los platos de sus menús y de sus cartas. Cada coma y adjetivo para que la letra esté a la altura de la alquimia que describen.
Lo imagino varón, pero quizás sea mujer y podamos unir entonces nuestro linaje y poblar de vástagos estas tierras de frontera. Hijos lectores de Auster, Amis y carver que crearan nouvelle cuisine mientras escuchan Danny boy o Fever  en la voz de la inigualable Eva Cassidy. Eva Cassidy me pone triste mientras choco entre sí los cubitos de hielo entre el proceloso café. Me limpio las comisuras y hago mutis saludando a la camarera. Au revoir.

1 comentario:

  1. No estabas borracho, sólo en suspensión.. El cocinero no sabe la suerte que ha tenido sirviéndote el menú. Poco puedo escribir, tengo los dedos lesionados pero lo que me guardo lleva la misma euforia ingrávida de ese momento de comunión con el mundo que relatas. Hasta me he sentido flotando místicamente con el "You've change" de Eva, por esos mundos del norte, y en uno de esos momentos tan fascinantes en los que sin darme cuenta, acabo silbando bajo, de admiración, como para mí. Un beso, Fructus.

    ResponderEliminar