En la red no está todo. Es mentira. Hay trazas de mi pasado que no han dejado huella. Cliqueo en el campo vacío SANDOR`S, discoteda Sandor`s, y no hay rastro de aquel templo en mitad de los olivos y de las eras de La Mancha.
Pagaba doscientas pesetas cada noche para dejarme acariciar por el cortinón de la entrada, y notar el aire fresco y acondicionado que ya me esperaba arremolinándose y agazapado en la oscuridad de la sala. El dinero escaseaba a los diecisiete así que el Erizo y yo nos independizábamos de la barra entrando ya entonados con unas Mahous y sus sendos chupitos de anises. Nunca he entrado en un burdel, pero apuesto que muchos cuentan con aquel aire de la Sandor´s, provinciano y global a un tiempo. Las luces de neón y las baldosas de colores psicodelizando mis saltos, su reservado de vagón trans-mesetiano, sus paredes de terciopelo rojo y aquellas musas clásicas de terracota satinada bajo las luces llenas del humo de nuestros fortunas. Todo eso quiero evocar y ver de nuevo. Una droga que me transporte unos minutos a aquel paraíso con aquellos amigos estivales y con aquella música que Mariano se traía de Londres para que nosotros la bailáramos en Alamillo.
Aquel disco lo ponía sólo para mí. Sólo yo me quedaba entregado en el cuadrado con los neones iluminándome el sudor a chorros. Sólo bailar, bailar. Bailar. Wishbone Ash no era cool, no tenía video clip que mostrar en la pantalla, al contrario que Men at work y su Down under, The Cure, o el I want to Get Free de Queen.. Just Testing era sólo guitarreo y lo evitaban. Aprovechaban para fumar, para salir al fresco de la calle, para mear, para besar, beber. Yo me enamoré de aquella canción: Living Proof. El mantra final con los coros repitiendo una y otra vez: I got to have proof y aquel solo de guitarra estirándose y estirándose haciéndome flotar con mi air guitar fuertemente asida, cosida, almada. Y Mariano, como no podía ser de otra manera, me regaló el disco la última noche, cuando le dije que hasta el próximo año y todo eso.
Con las guitarras gemelas (twin guitars) y el bajo de Turner en mi cabeza, la camisa chorreando y el pelo empapado en sudor, dejábamos Sandor´s camino a la carretera,para tumbarnos allí en el templado asfalto, mientras las fugaces se reían de nuestros deseos. Era el verano en el que yo escuchaba a Andy Latimer en Camel metido en el Renault 6 de mi padre así que todos echaban la siesta. Made in Japan de D.P. y Jimmy Hendrix. Era el verano de Miguel ríos y Luz Casal recorriendo los estadios de fútbol de toda España. La Orquesta Mondragón disfrazaba de Lobo feroz a Popotxo. Y yo leía El Túnel de Sábato y los Cronopios de Cortázar mientras me extasiaba con Ted Nugent y Judas Priest.
Me llevé a Bilbao JUST TESTING, el regalo de Mariano. Quizás es que se quería deshacer de el disco. Quizás fue que me apreciaba. Lo cierto es que nunca me ha abandonado esa pareja de guitarras, Powell y Turner. turner y Powell.
He elegido este directo, añejo como los recuerdos que se me caen esta noche. Un poco teñido de dulce patetismo, con la formación dispar en edad, los rifts bastante cambiados respecto a la versión de estudio del disco, y esos impagables bailarines (2,55") en la pista de baile, atemporales y dionisíacos.