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La mejor postura antiálgica

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jueves, 28 de julio de 2011

TELESCOPIO


Ya está. Ya me lo he comprado. La espina reposa en el suelo. Esta tarde lo monto en mi modesta atalaya y empezaré a atosigar los cielos de La Rioja.
Ya estaba cansado de calentar la oreja a propios y a extraños con que si mira allí ves la estrella pero si te fijas mejor son dos Mizar y Alcor, o aquella es Vega la más grande de Lira parte del triángulo del verano, o mira Deneb qué nombre tan bonito aunque quizás no tanto como aquella otra Betelgeuse que más abajo se aprieta el cinturón de tres agujeros y debajo tú no la ves pero hay una constelación la del caballo ay si tuviéramos un telescopio te enseñaría dónde.
Sé que es modesto y que no veré colorines, que no está motorizado, que no tiene Go To, que sólo cuento con un Barlow 2x, y que además está haciendo muy mal tiempo este verano. Pero yo me apostaré hasta que se me abra Casiopea en su esplendor, y me clavaré en el Cisne pluma a pluma.
Lo sacaré alguna noche a los trigales recién segados, a las eras, abrigado y con un termo para ver las lágrimas de San Lorenzo en butaca de Patio. Las eras.
Y es que este tubo me lo he procurado con el dinero de la venta de una erilla que tenía mi madre en Ciudad Real. Olvidado Falcon Crest que de repente un tío mío ha colocado y nos ha reportado 200 eurillos a mi hermano y otros tantos a aquí este servidor. Así que poniendo algo más de calderilla he convertido la era de mamá en un Ojo de la noche.
Estoy fibrilando y no veo el momento de que acabe el día.
Mirad qué bonico es.

jueves, 7 de julio de 2011

TOSO FUCUR

Toso Fucur eligió el poema de entre las decenas que poblaban su henchidísimo disco duro. Imprimió tres copias y se dio a la industria de pergeñar lema, poner plica y ensobrar santo y seña.
Se dijo que este iba a ser el último certamen al que enviara obra. Con Caballo de Cartón clausuraba su vasta etapa de poeta pseudo-profesional que hacía diana en los periféricos juegos florales de ayuntamientos y diputaciones.
Escrutó el cuadro de Excell donde registraba las cuantías de los premios, las fechas y los títulos de los poemas. Todo aquel acervo de verso blanco y rimado y de cabo roto había propiciado una cuantía que ascendía a treinta mil setecientos veintisiete euros, que divididos entre los 23 galardones daban una ratio de  unos mil doscientos euros por poema. Había quien cobraba bastante menos que esa cantidad de soldada mensual, así que no podía quejarse de lo pecuniario de su industria, de su arte.
Soneto, lira, espinela, romance…Toso se medía con cualquiera que fuera el metro y la rima. Pero la fuente se fue secando de un tiempo a esta parte. Casi imperceptiblemente iba viendo cómo su arteria lírica iba encontrando un trombo que le impedía cultivar con naturalidad el heptasílabo, o sincopar la voz o encabalgar la cesura.
Eligió Caballo de Cartón como epitafio de su carrera de vate de provincias. Ya nunca más optaría a los premios. Recordaba con espanto su primer galardón, que tuvo que ir a recoger a Foncilla de las Horcas, y donde un barbilampiño y atiplado concejal de festejos le agasajó con opípara cena homenaje y posterior recitativo de Ultima Voz del Templario.
En Salas de los Infantes llegaron a imprimir Acordada Discordia en la guía de Fiestas, compartiendo pliego el soneto con un llamado en amarillo pajizo de mobiliario de cocina de los Hermanos Gómez.
Manantial de Hiel fue perpetrado por una hija de alcalde en el intermedio que la banda Salamandra tuvo a bien provocar para el descanso del mocerío que poblaba la verbena de Salinas de los Infantes.
Hacía ya mucho que no iba a recoger los galardones, cheques, estatuillas y diplomas, excusándose con males de última hora o decesos familiares de último minuto. Casos siempre de fuerza mayor que entraban dentro de lo razonable y posible. Enviaba el número de cuenta y la secretaria de la concejalía de cultura o de festejos o de lírica rural efectuaba cumplidamente el ingreso a favor del malhadado Toso Fucur.
Toso se cansó, empero. Se sintió viejo y pesado de repente. Y decidió pues, clausurar su lírica fontana con Caballo de Cartón. Quizás uno de sus más débiles versos, quizás el más raquítico de sus poemas. Pero de alguna forma se lo debía a la obrita. Fue una de sus primeras creaciones. Bisoña y amarilla y a la que nunca quiso retocar. Guardaba en su torpe armazón de caballo recuerdos, imágenes, olores a cuero ajado. Sabía que sólo a él le recorrería por la espalda el escalofrío al pronunciar cada sílaba de cada verso. Pero quería que viera la luz, que se oreara y se abriera a los viajes por las estafetas de correos hacia lo pueblos de España.
Ni que decir tiene que obtuvo el primer premio en Bovadilla. Mil seiscientos euros e impresión en las primeras páginas del libro conmemorativo que recogía por orden de galardón las dieciséis piezas que se recepcionaron para el certamen. En el reverso de su poema reprodujeron la fotografía que exigían las bases del concurso. La efigie de Toso, con su doble tocado y el aire duro y adusto de poeta en retirada, quedó pues ligada al último poema que saliera de su afán de vate laureado por administraciones y concejos.


CABALLO DE CARTÓN



Yo también tuve un caballo de cartón,
Que iba perdiendo resuello y trote
Por un bajo vientre desgrapado.
Sobre un armazón de ruedas
cruzábamos dinteles y pasillos,
quizá buscando tipis de pies negros,
desiertos o valles escondidos
entre camas sin hacer o en profundos armarios.
Dormía tras las cortinas
Del cuarto de mis padres.
Manso y mudo. Y nunca me pregunté
Por qué no prefirió a la vera de mi cama
 pasar sus noches.
Donde aguardando el sueño
Yo le alargara la palma chica de mi mano
Por cima de su terciopelo ajado
Y de su crin cansada y lacia.
Mi pobre caballo siempre viejo.
No sé, no me acuerdo de si lo llamaba
De alguna forma especial,
De si lo nombré con una voz heroica.
Rayo,  Viento,  Flecha.
El sólo me miraba con ojos  de caramelo
Congelado, rogándome en silencio
Que me abstuviera, así que fui ganando peso,
De cabalgar sobre sus ruedas
Por si las moscas y las hernias inguinales
De caballo de cartón.

TOSO FUCUR