Tras Pagoeta, Scott quedó maltrecha. Me daba apuro dejarla sola en la oscuridad del taller de mi padre, con sus radios destensados y las zapatas trémulas y desgastadas. Así pues conseguí que Iciar -sin que sirviera de precedente- me dejara hospedarla en la sala, con el pedal apoyado en el espaldar del sofá. Hemos pasado pues, tres días juntos, hasta que el miércoles la llavé a Ciclos Maestre como viene siendo habitual. Allí la conocen, la tratan bien, y ella no se queja cuando la dejo en las manos extrañas aunque expertas de Guillermo, el mecánico. No por nada, allí la compré, o me la compró Iciar por mi cumpleaños, por lo que un algo de "vuelta a los orígenes" seguro que pasa por los cables de Scott hasta el mismo centro de su pedelaier.
Pues pasó que no estuvo Gullermo, y el mazas de turno me espeta que si tenía o no cita previa. Así, como si a pasar la ITV fuera uno, oye! Que no me la coge. Que está hasta la bandera. Pero, mira que es que la tengo aquí, que la he bajado de casa, que es ésta que estoy asiendo por los puños. Que un rincón se le hace a cualquiera, sobre todo porque ya te la he bajado. Y que no, y que no y que no...que se la lleve el lunes, que deje el nombre y que me toma nota.
Así que, dolidos y ultrajados, decidí iniciar el peregrinaje por las dos o tres tiendas que me merecen confianza aquí en la Villa.
Fui a parar a LA BICICLETA, donde presto y raudo nos hicieron hueco y quedamos para el viernes. A Scott pareció no importarle, aunque se le erizaron los cables del freno cuando el operario nos dijo que se la veía muy usada, y que un cambio de transmisión, con piñonada y todo, estaba siendo ya más que necesario. Sé que Scott necesita tiempo para asimilar un metemano de tal envergadura, y seguramente mi cartera también.
Al salir, lo vi. El cartel, digo. En tres días salía desde USÁNSOLO la martxa memorial Joserra (parece que el apellido no es tan importante, y que en el pueblo lo debía conocer todo dios). Así que allí mismo, sin consultar con la almohada ni oráculos ni poyas, decidí que si me la arreglaban para antes del sábado, el domingo me apuntaba.
Y ya está. YA lo he hecho. Son las cinco de la tarde y lo estoy escribiendo. Se ha portado como lo que es, una Máquina, así, con mayúscula. Le hará falta el cambio de la transmisión, y con un amortiguador trasero trataría el mío con más delicadeza. Pero y qué!? Es Scott y la quiero. Con un poco de mi parte me ha llevado por parajes de ensueño. Ha frenado y arremetido a mi gesto. Ha mostrado el brío y el resuello en las trochas más cabronas.Así que llegábamos a los triángulos de peligro con la leyenda de "bajada peligrosa", Scott me transmitía un leve impulso de aviso. Ella, tan rodada...
45 kilómetros. La corta lo ignoro. Pero debería haber optado por ella. Más que nada por mi hernia. Dolorido como estoy ahora, he de buscar la postura menos hostil mientras escribo, la pose más antiálgica, aunque es inevitable, la espalda se queja y aquí viene...el latigazo...sube...AAAYYYY!!!! ...Ya está. Ya pasó. En breve empezará a hacer efecto el ibuprofeno.
Me he encontrado allí con Gotzon, uno compañero de la oficina. Mucho más fuerte que yo, pues sale cada tarde los siete días de la semana. Una religión. Bonita su Merida. Al final he hecho la larga con él por la tontería esa de que no se diga y tal...Aunque yo era claro candidato de la corta. Que ni sé cuán larga era si quiera. El italiano rompiendo las reglas de la santa iglesia romana se ha quedado trabajando en domingo, que le venía una profesora de USA y tenía que hacerle el agasajo y parabién como patrón y anfitrión que es.
Pero bueno. Pues ya está. Cuelgo publiparaje. Y hasta la próxima.
Qué atribulada vida la del que cicla lejos del mundanal ruido.
Llegado a un punto me uní a un grupo de cinco nabos, y por seguir su rueda, seguí su error. El primero no vio un desvío. Y el resto, más atentos a la rueda del de alante que a las marcas, nos dejamos llevar por el más nabo hasta perder unos 40 minutos, unos cinco kilómetros y no sé cuántos julios de fuerza. Ese es el monte al que subimos. Monte con vértice geod. y buzón y toda la gaita. Para luego bajarlo. Maldita mi estampa.
Y ahí va el primero, de rojo, derecho a la cima que se ve al fondo.
Lo que dije.El buzoncito a la izquierda, y Scott, estoica y paciente, haciendo cima, para bajar al momento a buscar el desvío correcto.
No hubo tiempo para correspondencias. El monte se llamaba Artanda, y tenía 554 metros de altitud. El no tenía la culpa, pero me cago en sus muertos, estaba fuera de ruta.
El menda con Gotzoni. Scott me echó la bronca luego por no haberla sacado en el plano.
El avituallamiento, de primera. Naranja troceadas, plátanos, barrita de cereales de chocolate y/o de fresa, galletas de vainilla, coca colas, agua fresca, y Gatorade rojo, que es lo que estoy acunando aquí. He tomado de todo. Ya se me nota en el buche.
Claro que 12 eurazos. Que no, que no me quejo. Bien pagados. Seguro, Dya, organización... Un chaval se ha roto la muñeca poco antes de aparecer yo por allí, y enseguida se ha puesto en marcha la operación rescate. Es curioso escuchar sirenas de ambulancia por el monte.
El leon de la Metro ruge un hasta pronto.
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