Se me antojó un plató de televisión de la BBC en los años 60 ó 70, con los colores todavía tan pastosos y lejanos del HD: el rojo intenso del telón aterciopelado del fondo, la luz verdosa que iluminaba en contrapicado cada una de las palmeras dispuestas por el escenario, la inquietante penumbra en la que aguardaban las tres guitarras de Pat Meheny.
Dejé a Iñigo en su asiento y mientras el público buscaba su acomodo atisbé la cabeza de Mikel entre el gentío y fui a saludarlo. Iba con un amigo, el dueño del pub Tobarish de Deusto, un incondicional de P.M. que con ésta atesoraba ya en diez u once las veces que había visto en vivo al de Missouri. No por nada, el logo del Tobarish es un instrumento de cuerda, una balalaika contenida en un círculo. Al final olvidé preguntarle a Mikel cómo era que había encontrado el camino hasta este huerto. Me seguirá intrigando.
Volví con mi niño y con sus quince añitos. Tan tenso, tan hierático él, tan avizor, tan extraordinario. Luego, al final y ya de camino a casa me confesó que le había encantado el concierto y que llegó a reconocer dos o tres temas. PORTENTOSO.
Las tres primeras piezas fueron un diálogo entre la guitarra de Metheny y el contrabajo de Grenadier. Creo haberle entendido, cuando se dirigió al público, que estos primeros cortes eran fruto de la amistad y colaboración con Brad Melhdau, quien por cierto estará en esta misma sala un martes del próximo mes de diciembre. ¿Iremos?
Ocurre que Pat cuenta con muchos registros. Y el desplegado en estos primeros temas (tan del estilo del P.M. Quartet) exige la colaboración activa del auditorio. Son temas poliédricos donde la melodía principal se desliza como una anguila entre los acordes y escalas de la improvisación. Tan pronto la identificas como la sientes desvanecerse entre la vertiginosa digitalización de este monstruo. INMENSO.
Por supuesto, Larry Grenadier pasó el examen con Flying Colours, a la altura de la estrella a la que apuntalaba, ofreciendo unos solos que nos dejaron boquiabiertos.
Cuando Pat coge, sin embargo, su guitarra tuneada con voz de sintetizador, entramos ya en lo que viene siendo el sonido de PAT METHENY GROUP. Eran sólo tres en el escenario pero ya sonaban a Big Band, y comenzaron a desgranar, uno tras otro, varios temas más o menos conocidos. BESTIAL.
PERO, Pero, pero…Ocurre que le pasan una modesta guitarra española; sus adláteres le dejan solo en el taburete en el que se sienta; y se apagan las luces hasta dejar un solo foco a él dirigido. Y entonces, sin previo aviso, comienza a desplegar las primeras notas de Always and Forever. Esta pieza siempre me desarma. Y sin lugar a dudas podría decir que es mi favorita entre las veinte favoritas que pudiera nombrar. A&F me contrajo la espina dorsal a base de escalofríos. Cómo me asombra la naturalidad y tranquilidad con la que este tipo puede desmigar el maná ante un atónito auditorio de mortales e incrédulas orejas.
Sin moverse del pequeño taburete, cambia entonces de instrumento para acoger entre sus brazos esa extravagancia de creación propia que es su guitarra “Picasso”. Como genio que es, se le perdona eso y todo lo que él quiera que se le perdone. Era la primera vez que yo veía a la “Picasso” en directo, y he de admitir que es una fiesta ver a Pat tocándola y sacándole tanto partido a esa mezcla de guitarra, arpa, mandolina, bajo y (en honor al amigo de Mikel) balalaika. GLORIOSO
El fin de fiesta fue su particular apoteosis de la técnica. Cuando mientras grababa en directo algunos compases para, a renglón seguido, reproducirlos y crear nuevos fraseos sobre ellos, edificaba una atmósfera densa, un momento mágico, una endiablada estructura que casi podías tocar. No sé todavía cómo esas grabaciones se iban convirtiendo de sonido de cuerda en percusión de metalófono, mientras en unas estructuras juliovernianas se iban encendiendo una serie de psicodélicas botellas.
En fin, algo difícil de explicar, y tan vistoso como innecesario y prescindible. Un tour de forcé bizarro y extravagante por el que deberíamos pasar por alto.
Anyway, érase un hombre a un mástil pegado: Pat Metheny. Virtuosismo y condenada calidad. Camisa azul con rayas blancas horizontales. Melena estropajosa pero limpia. Y desde luego, la misma cara de ser humano y de muy, muy, muy buena persona.
Abandonó Bilbao pues, para tocar dos días después en Barcelona, y este fin de semana en el que ya estamos, en Israel.
Como ya he colgado en varias ocasiones videos de P.M. tampoco es necesario que colapse la videoteca con nuestro amigo. Aquí dejo por tanto otro monstruo al que me estoy aficionando últimamente: Trombone Shorty. ¿Es otra historia? NO. Es buena música. Es New Orleans. Es Trombone Shorty.
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