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La mejor postura antiálgica

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sábado, 3 de diciembre de 2011

ALDEBARAN

Franzen, en su novela Libertad, entre otros muchos temas me deleitaba con las reflexiones de Walter acerca del Grupo de Londres y su “crecimiento cero”.Por lo que a mí respecta nunca voy a ser capaz de sacrificar mi afán por el crecimiento continuo. Soy un puro engranaje en el sistema. Ya es tarde, lo llevo tatuado en el cromosoma. Me encantaría llamarme Jeremiah Johnson, Supertramp o Henry David Thoreau, pero tengo pulso de tuerca y a veces me veo como si fuera un Charlot girando entre los engranajes de estos Tiempos modernos. Acabo de recibir los resultados de este mi año que acaba, y obtengo un 110% del presupuesto al que me encadenaron. Que qué. Pues que estoy muy contento, ya lo he dicho antes. Enseguida me pondrán otra zanahoria podrida en las narices y correré cual galgo dopado en el canódromo de mi vida. Enseñando los dientes y diciendo “gracias” entre los bufidos y resuellos de la carrera. Vueltas y vueltas y más vueltas. Y vuelta a empezar.
Cuando lo prudente sería tender hacia el crecimiento nulo, e incluso menguar ligeramente en aras de una sensata sostenibilidad que diera un descanso a los finitos recursos. Claro que, resulta indignante apoyar la postura del retroceso cuando tantos y tantos millones de personas se encuentran tan por debajo de la dignidad humana.
Bromeando el otro día con un amigo que espera su tercer mastuerzo y que tenía la cara dura de echarme en cara mis deplorables hábitos para con el noble arte del reciclaje de las basuras en el hogar, le espeté, que aunque él reciclara infinitamente más que esta servidora, sin embargo sus efectos criminales hacia el planeta eran el triple de rotundos que los míos. Hay que cumplir con la especie, le dije, y tener sólo un hijo, o mejor aún, adoptarlo. Pero sólo uno, releches. La redundancia en la paternidad es propia sólo de sociedades agrícolas, del neolítico. Pertinente solo para acrecentar la mano de obra  en el minifundio y ahorrarse un mulo, una vaca, o dos. Hoy día una mente ecológica y que recicla cada desperdicio en su correspondiente container de color, debería saber que el superhábit más allá de la unidad en lo que a hijos se refiere supone cargar con dinamita de alta inflamabilidad el corazón de este planeta que quieres salvar a costa de discriminar el cristal, el plástico o el hollejo de las uvas. Con familias como la tuya, insistí, de tres en tres o de cuatro en cuatro lo único que generas es una consunción del planeta por el consumo triplicado o cuadruplicado de mastuerzos. Que sí, que luego cuando les pones un nombre y algo de ropa y los quieres está bien, pero así, en frío, no son sino mastuerzos-termitas que agotarán lo poco que quede de gas y de carbón en el subsuelo.

¿Esperanza? Nula. Cuestión de tiempo, eso sí. No lo veremos, es la pena. Sucumbir por agotamiento es lo que le queda a esta pelota que gira y que tuvo la mala fortuna de que evolucionáramos en ella. Quizás con un poco de suerte, y tras agotar los recursos de algunas lunas y asteroides cercanos, demos el paso definitivo y montemos en una Enterprise, en un Discovery 1 o en un Nostromo y dejemos atrás nuestro viejo planeta gastado y viejo para fustigar nuevos mundos hasta destruirlos otra vez.

En el cumpleaños de Iñigo le regalamos Aldebarán, colosal cómic de Leo, donde se desarrolla la idea de la colonización terrícola más allá del Sistema Solar. Un nuevo Mundo, un Renacimiento, una Nueva Oportunidad. También nuevos paisajes y criaturas entre las que destaca la fabulosa Mantriz, una especie que se encargará de tutelar  la incursión de la humanidad en el espacio.

Iñigo se lo bebió en dos días, y yo en los dos siguientes. Así que nos hemos hecho con el volumen 2: Betelgeuse. Colosal.

Se trata pues de una estupenda saga de ciencia ficción. (Aún me acuerdo de cómo disfruté de Fundación de Asimov hace ya tantos años.)
Con una imaginación deslumbrante, aunque contenida en el aspecto artístico, nos presenta una defensa del ecologismo y de la necesidad de respetar el entorno para poder sobrevivir. Hace poco le regalé también El Incal de Jodorowsky-Moebius y quedó alucinado. Asombrado completamente, como cuando yo lo leí en los ochenta. Aldebarán y Betelgeuse cuentan con un tercer tomo, Antares, que aún no se ha traducido al español y que por tanto no está disponible.

5 comentarios:

  1. Quizás ser ecologista no lo sea todo o de vez en cuando pueda mandarse el principio de la armonía a tomar viento, bien lejos. Tener solo un hijo es algo aséptico, continúa la raza en tu línea de familia, da para la estadística del medio pollo y es útil en estos pisos tan de moda de las dos habitaciones con dos baños. Evita las peleas en casa y te impide pronunciar la frase que ronda a todas horas en las familias más grandes " Fulano, deja en paz a tu hermano.." Hasta donde tú llegas cumpliendo con el planeta, tu hijo no tiene competencia en casa y todos los recursos del departamento "Para hijos" son para él. Pero no compartirá nunca un juego a su nivel en casa mientras tú le haces una tortilla para cenar, una confidencia a oscuras en el cuarto, un consejo de alguien mucho más cerca de su generación que tú. Nadie le descolocará la estantería ni se llevará su portátil a escondidas. No hará frente común contra ti nunca, porque sus fuerzas las compone él, ni se sentirá orgulloso de nadie cuando acaban los cursos, dan los títulos y hay buenas notas. Pero sobre todo, cuando su madre y tú no estéis no tendrá más familia que la que cree él. No habrá nadie que le recuerde en vida lo que ha vivido contigo. De acuerdo en que es más barato tener un hijo y tal y como están los tiempos es para pensarse tener más, pero ¿y cuando vas a buscar a tu hermano a su casa para ir a un partido, un concierto o a tomar unas tapas? ¿y esa sensación de orgullo, de amor, de estar mirándote a ti mismo con alguien que vivió tu infancia y la llenó con su presencia y su forma de hacer las cosas? Yo tengo un hermano y dos hermanas. Quizá nuestra familia multiplicase por cuatro la basura de otras pero creo que el planeta puede con ello. Quizá sobren algunos políticos, pederastas, asesinos y gente de mala vida pero no dos hijos extra, si puedes sacarlos adelante con tu sueldo. No te imaginas qué emoción supuso para mí que mis hermanos se acercasen aquel día de la presentación de mi libro y me pidiesen una firma. Creo que lo que hay que reciclar es la administración de los recursos, no éstos en sí. Y que el mundo necesita estar en mejores manos, no tener menos brazos. Un beso, Fructus.

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  2. de parte de tu seguidora anónima;
    sabes que desde hace un tiempo te sigo, y debo reconocer que tu blog me sirve entre otras cosas para levantarme del ordenador, coger el Diccionario y aprender siempre alguna palabra nueva; milesker

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  3. A pesar de que rematas tu entrañable rapapolvos con una frase magnífica, sin embargo me resisto a suscribirla en sus dos clausulas . Efectivamente el mundo merece y debe estar en mejores manos, pero mucho me temo que desde hace ya un tiempo ha llegado la hora de que –en cifras macropoblacionales- también tenga menos brazos. Y desde luego que no estoy llamando a retreta para que se cercene la libertad individual con políticas orientalistas de “una familia-un hijo, y varón”. Sólo se trataba de una reflexión a vuela pluma que venía a introducir el tema de los viajes espaciales tras devastar nuestra cuna. Pero que también llama a una concienciación de lo que está ocurriendo más allá de nuestro cuarto de juegos y del horizonte hasta donde abarca nuestra ventana. Que nosotros como individuos no tenemos la culpa del desaguisado: vale, de acuerdo, pero sólo en parte. Nada de lo humano me es ajeno. Y encima ¿tendríamos que pagar el pato de limitar nuestra prole acorde a nuestro sueldo para que los que más tienen –y que son los verdaderos responsables- puedan seguir pariendo Froilanes y Borja Maris a nuestra costa?: no es la idea. Abundo en la conciencia de cada uno. Aún es posible crearnos nuestra propia isla donde la autosuficiencia emocional nos salvará de la degradación catódica y el pensamiento único. Pero 6.000.000.000 de congeneres son ya un número a tener en cuenta, y creciendo. Dónde está la cifra que colapsará el vaso, el cuerpo que saturará la mezcla. Los chinos ya están aquí, je, je. Por otro lado, un hijo solo, crece en el borde de la fragilidad, lo cual es el romanticismo quintaesenciado. La autoconciencia de su mismidad se acentúa cuando se apaga la luz de su cuarto y se reconcentra sobre sí mismo. Como un volcán va acumulando bajo la espita de su corazón el calor que sorprende a raudales a sus amigos y familiares. Transita melancólico a veces y encerrado en un aura de destierro, pero no es sino una camisa tenue que camufla el hambre de cariño y las miriadas de abrazos que arde por compartir. Y todo porque ha recibido ese calor de una paternidad responsable. Que puede ser fetén o fallida, con uno, con dos, con tres o con siete mastuerzos. La clave, como siempre, está en la educación, o en como suele decir Iciar, en que no basta con darle la leche sino que hemos de esforzarnos en aportar también la miel. Un placer, Angéline, tenerte siempre de visita.

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  4. No te fies, seguidora. Muchas de las que escribo quizás no existan, o estarán altamente tuneadas. La búsqueda en el diccionario es un arte y un placer al que aún no he podido resistirme mientras leo un buen libro. Un beso.

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  5. Felicidades por el 110%. Ya lo celebraremos.Un abrazo.Mikel

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