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La mejor postura antiálgica

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viernes, 17 de febrero de 2012

CHINA CRISIS

En una frutería, entre los cuatro rascacielos de (la plaza de) La Casilla, estuve trabajando todos los sábados por la mañana y alguna que otra semana entera de las vacaciones de verano. Yo tendría 15, 16 ó 17 años, y aquello no duró más allá de dos. La trigonometría y la regla de Ruffini que aprendía en el instituto no tenían mucha aplicación a la hora de calcular el precio de  manzanas y chirimoyas. A eso de las doce y media me encargaba de subir los pedidos a las casas de las clientas, deseando que en alguna de esas cocinas donde dejaba las cajas y las bolsas, alguna ubérrima señora de porte felliniano me enseñara la verdad de la vida mientras se aflojaba la bata y dejaba a la vista sus encajes y la trigonometría de sus senos y cosenos.


No conseguí jamás trueque alguno de fruta por carne, más propia esa lección de cualquier película de la nouvelle vague de Truffaut, Resnais o Godard. Lo único que conseguía eran unas monedas de propina con las que reunía mi calderilla para la semana, presta a convertirse en volúmenes de Alianza Editorial, en vinilos de Long Play o en revistas de Popular 1.

Recuerdo que el último momento de la jornada, una vez hecha la caja y echada la persiana, consistía en llevar el pedido al restaurante chino de (la calle ) Elcano. Cajas y cajas de lechugas y de repollos destinados a preñar los rollitos de primavera y a acompañar al pato laqueado. Descargábamos el camión y porteábamos cual sherpas toda nuestra impedimenta vegetariana a través de un decorado de Shangri Lá vacío y mágico. Otra cosa era llegar a la cocina y arrimar el material junto a los fogones más tétricos que jamás he vuelto a ver. Un olor a mil demomios impregnaba cada milímetro cúbico de aire, y unos baldosines otrora blancos, pero que en aquellos momentos destilaban unos churretes con todos los matices que van del amarillo más sucio hasta el ocre y el siena más compacto, eran toda la decoración del antro. La facturación de El Chino de Elcano sería suculenta, ya que aunque yo sólo presenciaba la romería del sábado, me constaba que los pedidos eran diarios. Seguro que tendría un nombre con murallas, juncos o garzas, pero todos lo conocíamos en Bilbao como el Chino de  (la calle) Elcano, donde tarde o temprano acabábamos celebrando algún cumpleaños mientras aquel Bruce Lee amojamado y embutido en un traje gris diez tallas mayor que la suya, nos cantaba al oído con estridente voz: amigo amigo, familia familia.
Hoy hay más restaurantes chinos que farmacias, qué digo que farmacias, hay más que peluquerías. Hay chinos preparando la comida en restaurantes que no son chinos. He visto preparar la pasta de la pizza en el Tagliatelle de (la calle) Pozas a un chino que la hacia girar en el aire con destreza  napolitana; y he visto, con estos ojos, clientes chinos de paisano que deciden comer un menú en un restaurante chino!!!!. Yo, sin ir más lejos, almuerzo todos los viernes en uno de ellos, y me doblego y  dejo agasajar por una sonriente y guapa ojos rasgados que ya ha aprendido mis gustos, y a quien apenas tengo que decirle nada, pues me lo trae todo con prontitud y exactitud oriental, es decir, como la semana pasada.

Y es que ya Ridley Scott lo dejó  muy bien dicho en la imágenes de Blade Runner: lloverá mucho, los paraguas llevarán un neón de apastelados colores por mango, los bilboards serán inmensos y nos enseñarán cómo tomar la píldora... 

...pero sobre todo... estaremos invadidos por los chinos. Chinos por doquier. En las freidurías y en los laboratorios genéticos; en los bazares y en los Shopens; en las Groceries y  en los Outlets... Chinos everywhere. Chino en  nuestros inciensos y en la pólvora de los cohetes de nuestras nocheviejas; chino en los horóscopos y en la tinta de nuestros tatuajes,  bolis y calamares, en el papel que higieniza nuestras vergüenzas y en el de nuestros libros de texto. Ya hay quien le rinde pleitesía acudiendo a las clases de chino de academias y Escuelas Oficiales para estar avizor de las orientales oportunidades comerciales que se le crucen en el camino.
Pero si ya la reforma laboral nos está apretando las pocas tuercas que nos quedaban, a qué viene adoptar ahora el ejemplo de estos seres industriosos y  afanados, para los que la vida privada es una entelequia que dura lo que tardan en entrar y salir del retrete. Con este modelo angustiante de hormiga oriental, quiere alguien decirme dónde construiríamos nuestra parcela privada que nos permita cargar la batería de un corazón vapuleado a vista de nadie; dónde un refugio donde llorar los sinsabores en soledad sonora, paladear el dolce far niente más caro a nuestra mediterraneidad que el dinero veneciano, que los barriles Brent y que el índice Nikei.
La esclavitud se cierne cual sombra de Nosferatu, y la imagen que se alza en la Caverna de Platón, como Idea en la que reflejarnos, es una silueta aún desvaída, pero cargándose de tonos amarillos y ojos rasgados a causa de no querer ver más allá de su  Trabajo. El chino avanza cargado de naranjas. En una mano esgrime su cajita registradora donde en cada tecla hay figurada una rúbrica del diablo; y en la otra una claúsula de propiedad que va clavando con estacas en cada una de las parcelas que vamos abandonando en nuestra vergonzosa  retirada.








I could never keep a beat
too busy in my paradise
put a crocodile in high office
and something out of place inside

When all is said and all is done
my hands that work with a fire and steel

Fashion play your part
to be workers of red
fashion play your part
to be workers

While all the time you dance around
and things get fucked and we're to blame
and I couldn't think political blue

When all is said and all is done
my hands that work with a fire and steel

Fashion play your part
to be workers of red
fashion play your part
to be workers

When all is said and all is done
my hands that work with a fire and steel
and motionless we'll slip away
images are my thoughts too real

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