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La mejor postura antiálgica

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martes, 25 de septiembre de 2012

CHUCHO VALDÉS





Un Stenway brillante como obsidiana en el centro del escenario, y un Chucho Valdés inmenso a su proa, comandando este tifón caribeño que ha volcado toda su fuerza durante hora y media, y me ha empapado de son, de jazz y de Cuba.
Lo primero que me ha sorprendido ha sido la envergadura de Chucho. Si Sonny Rollin es “The Colossus”, este Chucho tiene empaque para llevar el sobrenombre de “El Titán”, “El Gigante” o  “El Enorme”.
Siempre que veo a un pianista salir por vez primera al escenario me acuerdo de lo que Thomas Bernhard decía de Gould en “El Malogrado”: que siempre antes de salir a un concierto sumergía sus manos durante largos minutos bajo un agua muy caliente, de modo que la sangre corriera acuosa y ligera entre los dedos raudos de Glenn Gould para interpretar -casi inhumanamente-las variaciones Goldberg.
Lo primero que ha desmenuzado Chucho ha sido un tema de la película Calle 54, de Fernando Trueba, que ha moldeado como plastilina para encajar en plena armonía temas clásicos de Bach o, -qué delirio-, las partes más emotivas de los conciertos para piano 1 y 3 de Rachmaninov. Esto debería haberlo escuchado Iciar sin duda alguna.
Luego, durante los noventa minutos restantes, ha escanciado tonadas plenamente cubanas como El Manisero, jazzísticas como Blue Monk, copleras como Bésame Mucho…pero con tal maestría y preciosismo que dejaba puertas constantemente abiertas por las que se colaban Gershwin, con su Summertime, o  el mismísimo Chet Baker (a quien honramos hace muy poco aquí mismo) con su But not for me.
Lo más frío y técnico, quizás las dos composiciones propias que nos ha regalado y que estarán en su próximo disco en enero. Una de ellas titulada “Para Ernesto” con la que rinde debido tributo al padre de la composición cubana para piano, Ernesto Lecuona.



Quería haber llevado a Iñigo conmigo al concierto, pero lo primero que me dijo es que de ninguna de las maneras iba a ver a un tío que dejaba que le llamaran Chucho. Bueno, él ahora está a su química y a sus logaritmos. Ya habrá tiempo para que le convenza para el próximo concierto de finales de octubre: John Scolfield.
Chucho Valdés me ha dado más de lo que esperaba. Mucho jazz. No por nada de chico se acodaba en los balcones que daban al Mar Caribe, no muy lejano del que bañaba las orillas de New Orleáns. Jazz. Mezcla. Vasos comunicantes.
Veía sus manos reflejadas en el faldón alzado  de la cola piano. Las veía indirectamente, cabalgando las teclas blanquinegras con la pericia y el virtuosismo que sólo una vida cosida al instrumento puede aportar. 





domingo, 16 de septiembre de 2012

MY FUNNY VALENTINE

Me hice hace poco en la Fnac con una edición doble de Chet Baker que contiene tanto CHET BAKER SINGS como PLAYBOYS. Llevo varios días escuchándola en el coche y en casa. Nunca me ha parecido que hubiera mucha diferencia entre la voz de Baker y su trompeta. Las utilizaba de la misma manera. Suavemente, sin forzarlas, como si te acariciaran la espalda con seda gastada. Una seda de color azul, obviamente. Blue. El jazz de Chet es una música asequible aun para los no asiduos a esta música. Fácil y agradable, te invita a relajarte y a seguir -y hasta predecir- sus compases sin mucha exigencia.
Muchos de los cortes del disco están ya consagrados como standars del jazz más melódico y suave. Entre ellos está But not for Me, quizás la pieza de Chet Baker que escuché por vez primera, y que resume a la perfección los rasgos de su voz y de su trompeta.



Sorprende inmediatamente el contraste de esa voz tan de galán de los 30 con su rostro de bellísimo púgil de nariz castigada. Un rostro que en sus últimos años ofrecía un descalabro triste y absoluto tras una vida esclavizada por la heroina. Parece ser que el año 66 sufrió también una tremenda paliza que le costó varios dientes y la pérdida de su embocadura natural para el instrumento. Tras un calvario de tiempo sin poder tocar, y tras varios intentos y pruebas con prótesis bucales consiguió volver al jazz, asentándose en Europa, y afrontando su éltima etapa como intérprete, la mejor de ellas para casi todos los entendidos.
El viernes por la noche me enganché viendo el largometraje-documental Let´s Get Lost, ganador de un oscar y maravilloso compendio vital del genio en las postrimerías de su vida.
Y me enganché tanto, que me acosté tarde. Y tanto que me levanté a las diez. Así que el proyecto de irme con Scott a la Conchinchina, se trocó en un doméstico paseo hasta Arraiz, en una fabulosa mañana de sábado de este tardío verano.















martes, 11 de septiembre de 2012

FINITUd






FINITO

De entre lo más granado que me anida
Me ofrezco un ramillete de insondes y espantosos vacíos.
Ahora la medida agota su calibre
Y cronometro cada beso cada mandoble de vida
Sabiendo que han de ceder que son marchitos otoñales morir.
De cuándo acá que siento el cedazo de una moira
Colando mis segundos.
La mancha persevera.
Aguardan las señales como payasos inmundos
De barro y de costillas quebradas.
La espina se doblega
Pero me aso a mis iguales más jóvenes más bellos
Inmortales.
Recorro sus epidermis  hidratadas de locura de fulgor
De gigante roja.
De entre lo más granado
Una fuente de agujeros
Mana cánticos de orate medicado.
Voy regando  mi sombra en cuarto menguante
Con las llevadas de esta resta segura.

Toso Fucur.









Tras pasar la navidad con la familia Lambert, y desgastar mi piedad por el viejo Alfred auxilado por su hijo Chip, me viene a la cabeza esta canción de PG. Las Correcciones me ha durado todo el verano. Tengo el paladar en Philadelphia y en St Jude. Encantado de haber conocido a Denise a Gary y a la pobre Enid. Soberbio Franzen otra vez.