Ok, perhaps
men we deserve this and even more cause we are the main responsible ones for
the most awful deeds in the world. Nevertheless, I´ve had some female bosses (–i´m
not saying they merited an ending like this, but…-) hard to deal with.
Impressive,
stunning video clip; and marvellous music from Antony and the Johnsosns´s live album. I recommend
listen to it repeatedly.
Antony & The Johnsons - Cut the World
For so long i've obeyed that feminine decree
I've always contained your desire to hurt me
But when will i turn and cut the world?
My eyes are coral, absorbing your dreams
My heart is a record of dangerous scenes
My skin is a surface to push to extremes
But when will i turn and cut the world?
I've always contained your desire to hurt me
But when will i turn and cut the world?
My eyes are coral, absorbing your dreams
My heart is a record of dangerous scenes
My skin is a surface to push to extremes
But when will i turn and cut the world?
Al prinicpio fue el miedo. Y la caza. La caza también. La
testosterona producía un tejido muscular más flexible, y más propicio al
crecimiento y a la expansión, a la dureza que produce la violencia necesaria
para ganar la pieza. Paradójicamente, los más fuertes fueron los que más miedo tuvieron a lo
inexplicable que había en el trueno y en el terremoto; fueron los que se
contaron a sí mismos los cuentos, las historias, las leyendas que sus madres
acabarían susurrándoles antes de conciliar el sueño. Aquellos relatos degenerarían en altos edificios epopéyicos, que lanzarían largas sombras que, con el
tiempo, edificarían monstruosas religiones
antropomórficas y absolutamente patriarcales. Tras ello se sucedieron
mil, dos mil, tres mil años de sombras y luces, de sangre coagulada y
ambiciones cumplidas a base de redoble
de tambor de guerra.
Las secetarias sintieron al unísono la llamada a corregir
el desequilibrio. Enmendar el desaguisado histórico con una inyección de estrógeno
afilado. Se miraron en la plaza con el dolor de sentirse instrumentos pasivos
de una orden foránea mientras la sangre manaba de los cuchillos, segregando una pista de circo carmesí en torno a sus tacones, espesa, injusta
para con sus hombres rectos caídos durante la venganza indiscriminada.
Quizás hendieran sus hojas usadas y gastadas y las
enfundaran en los recíprocos estómagos con el fin de acallar los alaridos de
sus úteros y los espasmos desconsolados de sus vaginas.