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La mejor postura antiálgica

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martes, 25 de diciembre de 2012

LOS REGALOS



Fueron muchos. Y musicales. Se mezclan como fluídos en una sopa de tiempo pasado. Pianitos de colores, baterías de cartón y platillos de maleable latón, guitarritas inafinables, flautines de insuficientes agujeros… hasta que al final llegaron las guitarras de verdad, las Alhambra, las Admira,  con las que una y otra vez ponía a prueba los sufridos oídos de los míos con acatarrados “Romances Anónimos” y moribundos “Conciertos de Aranjuez”.
Júpiter o Zeus no me dieron los talentos necesarios para coordinar melifluamente las notas, y lo que me sale medianamente regular siempre es a fuerza de persistente disciplina hasta que la piecita sale sola como por arte de magia.
Pero son los regalos musicales que yo me hacía los que más me gustaban. LOS DISCOS.
Cómo ha cambiado el mero gesto de comprar un disco en estos cuarenta últimos años. En aquel tiempo, ante todo reunir el dinero. Luego adentrarte en Disco Play o Long Play, o incluso comprar por catálogo y esperar que te lo enviaran por correo, a veces incorporando tú los sellos en el envío de compra.
Y cuál quedarte entre toda aquella pradera de portadas sugestivas y coloridas. Cuando era fan de un grupo, la cosa estaba hecha. No hacía falta escuchar ni uno solo de los cortes del nuevo disco. O hacerte sin pensar con cualquiera de los anteriores que aún no tenías. Se trataba de un acto de fe. Léase: Jethro Tull. Luego vinieron en las grandes tiendas como el Corte Inglés la posibilidad de escuchar el inicio de los temas por la gentileza de un headphone que sonaba como si estuvieras volviéndote sordo en el fondo de una cueva de acústica imposible.
Pero ahora comprarse un disco se ha convertido en un acto absolutamente romántico, apto sólo para los que hemos mantenido intacto el valor de la posesión. Del coleccionismo, de la tenencia. También ha cambiado por completo el vértigo de tirarse al vacío de doce o trece temas cuando sólo conocías uno que la radio-fórmula repetía hasta la locura. Ahora cuando finalmente te haces con un cd, previamente has podido escuchar en Internet, spotyfive, you tube… cada uno de los temas, y hasta visionar los videos.
Hoy le he regalado a Iñigo un cd.
Por accidente, encontré en el listado de sus favoritos ( bueno accidente o no, un padre siempre ha de ver los favoritos de su hijo de 16 años) varias páginas interesándose por el álbum Pyiramid de The Alan Parssons Project, y en algunas de ellas figuraban sesudos análisis donde lo hacían cima en los rankings de mejores discos de Rock Progresivo. Obviamente discrepo con contundencia, pero me tiré un largo e hice que pareciera fruto de la casualidad el que hoy apareciera PYRAMID en las raíces de nuestro particular árbol de Navidad.




Eso y Absolute Authority han sido los regalos no enchufables de este año. Regalos que voy a compartir, jeje.

 
En cuanto a mí, Esperaré a enero, que es cuando Steve Wilson saca su nuevo álbum. Haré acto de fe, porque me está encantando lo que estoy oyendo estos días. Más y más, Totalmente adictivo.