reading along

reading along
La mejor postura antiálgica

Buscar en este blog

domingo, 30 de diciembre de 2012

T.V.





No. No la veo.
Sólo dos excepciones.
Jordi Évole, cuando me acuerdo.
Y ahora que la edad de Iñigo nos libera de la pesadilla de El Hormiguero a la hora de la cena, El Intermedio.
Si a alguien todavía le quedara alguna duda acerca de la inteligencia (yo diría que no existe sin Humor) de El Gran Wyoming, debería visionar el vídeo que pego un poco más abajo.
Por tan sólo los diez minutos (a veces incluso menos) en los que brillaba con su verbo ágil al finalizar cada jueves Asuntos Propios de Toni Garrido en RNE, merecía la pena ajustar la hora de salida de la oficina para escucharlo en el coche mientras volvía a casa.
Pero obviamente, la sombra de Los Incumplidores también echó la persiana sobre ese local.
El Intermedio. 
Vale  que se le ven los cables al programa, los tendones, la carcasa, la leída de guión.  Pero eso es lo válido. El perspectivismo. No se oculta nunca que él no haya escrito los papeles que lee (aunque sí  los haya aprobado).  Es el equipo de guionistas quienes se atienen a la crítica revisionista para la que han sido contratados los que brillan cada mañana preparándoles  los malabares a los que luego darán la cara por la noche. 
¿Que no es gracioso? No conozco a nadie más parecido a Buster Keaton en este País. Y de Groucho tiene la locuacidad caústica en la lengua, y de Marx la tendencia política en las meninges, y en el corazón.
Ya no ojeo sino El Correo o El País  cuando me tomo el café matutino en la cafetería Valparaíso. Ya no escucho sino la Ser de vez en cuando entre cita y cita y entre los calentones que me da la BlackBerry.  Y la tele???  Horror. Como mejor me acompaña es  en su modo standby. Tengo mis blogs en favoritos, mis periódicos en favoritos, mis películas en mi disco duro, mi youtube para resucitar de vez en cuando a Lee Morgan… Sólo la encenderé para El intermedio.
Vean cómo  no hace falta acudir a las vergonzosas tertulias que escupe la tele para analizar la situación.  No hace falta pedir vez  para escuchar al oráculo de turno y ver cómo hemos de salir de todo esto. Todo es tan fácil, y Wyoming nos lo cuenta en libertad. Cuidado con la lejía de su saliva, puede alcanzarte, y no se quita.









Y luego, un poco de cine. Es fin de año.  Pero esta vez no he visto Qué bello es vivir (todavía).  Mi película de Navidades ha sido en esta ocasión Fanny y Alexander. Sólo la primera parte del film, antes de que todo se descomponga y comience la tétrica historia de miedo en el palacio del Obispo de Uppsala. Cuánto hay de esta fiesta de adviento sueca en Los Muertos de John Huston.
Pero no voy a hablar de Bergman, aunque me gustaría mucho (volví a ver Fresas Salvajes la semana pasada). Voy a insertar una peliculita amarga, un corto, donde se recogen los efectos de esta crisis. Una situación por la que están pasando miles de personas y de la que nadie está libre de amenaza.
No se me atraganten con las uvas.
Buen tránsito.