Tiempo de lectura
Me gusta imaginar que Roberto Bolaño no ha muerto y que nos
invita a Amalfitano y a mí a comer una paella en Blanes. Una paella a cinco con
la compañía de Rodrigo Fresán y Juan Villoro. Un vino del priorato caldea la
frialdad inicial mientras la brisa del mediterráneo nos obliga a poner unas piedras en las esquinas del
mantel.
-Sólo quería deciros que siempre hemos estado jugando con
esta posibilidad de juntarnos los cinco y charlar distendidamente como
Roberto da a entender en su “Entre Paréntesis” que lo hacíais vosotros cuando él aún vivía.
Sonríen acogedoramente y nos invitan con sus cálidas miradas
y un elocuente y suave ademán a que demos inicio a la charla como mejor
queramos.
-Pues veréis –se arranca Amalfitano- resulta que acabamos de
leer “Sueñan los adroides con ovejas eléctricas?” de Phillip K. Dick, y nos
hemos acordado de lo mucho que os gustaba a vosotros, y de cómo considerabais a
Dick uno de los mejores escritores del siglo XX… Así que hemos decidido aceptar
vuestra invitación a esta paellada literaria y comentaros lo mucho que nos ha
gustado.
-No sabéis lo que
daría por volver a leer SLACOE por primera vez –se inicia evocadoramente
Roberto- con aquel arrebato que me lanzó hasta la última página de un tirón. Y
lo que agradezco no haber leído el libro después de haber visto Blade Runner.
- ¿De cuándo es la
película? –pregunta Rodrigo.
- Del ochentayuno u
ochentaydós –responde rápidamente Juan.
-Pues la novela –sigue
Rodrigo- creo que del sesentaynueve si mal no me acuerdo, y lo cierto es que yo
fui un lector tardío de P. K. Dick. He de confesar que vi primero el film de Scott, del que me enamoré desde el
primer fotograma, y luego leí la novela, que me fascinó dicho sea de paso de
igual manera, aunque se tratara de otro arte, de otro lenguaje.
-Siempre me ha
fascinado realizar ese análisis –entra Roberto- de literatura comparada entre
ambas disciplinas: el cine y la novela. Auque se trate de obras pésimas, de
subliteratura o de subcine, que no es el caso, he de decir. Están escuchando
ustedes al más firme idólatra de ambas obras, tanto la de Dick como la de
Scott. Tan distintas además. ¿No les parece a ustedes, que acaban de leerla
ahora mismo?
- Ante todo
tratadnos de tú por favor. Nos haría mucha ilusión que se dirigieran a nosotros
como a sus iguales, aunque eso sea del todo imposible. Pues sí, ha sido todo un
proceso de gimnasia mental recordando en todo momento los fotogramas y las escenas del film a
medida que pasaba las páginas. Hablo por mí, luego Amalfitano dirá lo que tenga
que decir, pero he de confesar que no sé con cuál quedarme.
- Cierto, a mí me pasó
lo mismo –me interrumpe Juan Villoro. No sabía si me había gustado más una que
otra. Pero llegué a la conclusión de que es algo inherente a la
complementariedad que se da en este curioso caso. Me refiero a que ambas se
acoplan y complementan con pasmosa perfección.
- Es más –rompe Roberto-
el propio P. K. Dick aseguró que llegó a
criticar profundamente el guión de Hampton Fancher, pero que tras recibir de la
productora un segundo guión modificado, fruto de la contratación de otro
guinista, no pudo dar crédito a lo que tenía en las manos. Le fascinó desde el
primer momento. Lo describió como sensacional. Habían hecho desde la productora
una labor magnífica de reescitura y modificción del trabajo de Fancher.
- A eso me refería –retoma
Villoro. Yo, cuando vi la película, volvi a leer la novela de inmediato, y vi
que ambos formatos se complementaban tan bien, que estaba seguro de que a
cualquiera que leyera el libro le gustaría el film, y a cualquiera que viera el
film le gustaría el libro.
- Bien, de acuerdo –media
Amalfitano- aunque partiendo de la base de que ambos son profundamente
diferentes, tanto en la trama, como en la velocidad de los aconntecimientos,
como en la misma conceptualización de los personajes.
- Pero es que no
podía haber sido de otra manera –me animo a sugerir- el mismo lenguaje de ambas
disciplinas dicta un tratamiento acorde a la sintaxis de la imagen o de la
palabra. El mismo metraje ceñido de la película enfaja la anécdota y obliga a
recortar asuntos fundamentales de la novela.
- Efectivamente –se incorpora
Fresán- algo tan presente en la novela como es la religión que inunda las vidas
de los humanos, creo que se llamaba el “mercerismo”, en la película pasa sin
pena ni gloria.
- O –ahora es Roberto el que sigue- la tremenda importancia
que tiene para los humanos la tenencia de un animal vivo en casa. Creo recordar
que en la película también hay alguna alusión a este hecho con la presencia del
búho en la Tyrell, la serpiente de “Zhora”, la paloma en las manos de “Batty”
antes de que este muera.
-Perdona Roberto –me
atrevo a corregirle- la paloma es más bien una metáfora de Ridley para sugerir
el alma del replicante a la hora de morir. Pero efectivamente, en la novela
el tema de la posesión de animales reales como demostración del ascenso en la
escala social es algo muy importante. Phillip K. Dick está criticando la América
vacía de su propio tiempo usando paradójicamente una herramienta como la
ciencia ficción. Los animales se podrían asemejar al último modelo de coche que
se aparcaba en la puerta de casa como símbolo de ostentación y poder.
-Bien visto –me dice
Fresán- e incluso el "mercerismo" no sería sino otro síntoma de la alienación de
una sociedad endeble que da muestras de pusilanimidad frente a unos androides
que se convierten en los verdaderos filósofos vitalistas.
- Sí de acuerdo –
media Juan- pero eso creo recordar que se subrayaba más en la película que en
la novela. Ridley Scott convierte a los
replicantes en verdaderos héroes de la literatura fílmica existencialista,
cuando viajan a la tierra buscando a su padre, a Tyrell, a su dios, para
pedirle cuentas, y al fin matarlo. Las reflexiones de los “pellejudos” son
verdaderas perlas de introspección existencial. Eso, por ejemplo, es un logro
de la peli. En la novela los androides son mucho más desvaídos.
- Eso se demuestra
perfectamente – exultante, Amalfitano- en el personaje de Rachel Rosen. En la novela no entra en una verdadera crisis
cuando llega a descubrir que sus recuerdos no son sino implantes, y que por
tanto no es humana. En la película, la crisis de Rachel, sus lágrimas son un verdadero
y profundo poema. Como anécdota diré que me no me ha gustado en absoluto que
Rachel Rosen se vengue de Rick arrojando su cabra desde la azotea.
- Bueno señores, ya va siendo que empecemos a darle
importancia a esta fantástica paella –solícito el anfitrión- ya habrá tiempo
luego, con el cava catalán a seguir profanando con nuestras lenguas esas dos
obras maestras.
- Muy bien, pero
brindemos antes con estos restos de priorato por un excelente 2014, con la venia
de don Roberto, que yace más allá del tiempo en el Valhalla de las letras, y
que la salud nos contamine a todos con uno de los mejores años de nuestras
vidas, el 2014.
- Y por cierto, -ya metiendo Villoro la cuchara- ¿cuál es la
novela de Dick que más les gusta? A mí sin duda Ubik… aunque “El hombre en el
castillo”….
La paella se impone suculenta y sabrosa y la sobremesa se
convierte en un placer de sentidos y conversaciones…
Feliz 2014