El viejo
juglar fue perdiendo la voz, y cayeron también las raídas y malolientes capas
de su ropa infecta. Los ácaros que anidaban en el ecosistema de su enredada
barba vieron cómo una cuchilla afilada les despojaba del calor de las pústulas
de su mentón. La mirada, huidiza y lasciva a un tiempo, se civilizó. Y los
arpegios -violentos como estertores- de su oxidada flauta comenzaron a convivir
con los refinados acordes y arreglos de las orquestas más afamadas de la Isla.
Desde un
primer momento había quedado claro que Ian sería el icono de la banda, el
escaparate, el frontman, el enfant terrible, la imagen y el verbo de Jehtro
Tull. La provocación. Monstruo multifacético, fue capaz de convertirse con tan
solo 23 años en el libidinoso Aqualung, para luego más tarde identificarse como
el más creíble de los trovadores de afilada lengua, o tansmutarse en un noble
hacendado de la campiña inglesa. Pero
nada de actuar. Ian afirma que es incapaz de ello, que ese no es su trabajo. Que
cada personalidad que ha encarnado en el escenario sale directamente de él
mismo. Que es incapaz de representar personajes que no sean él mismo de una u
otra manera. Anderson, al
frente. Barre, atrás, con la banda.
Anderson
poco menos que disolvió la el grupo, y siguió una estela propia que le llevaría
por sonidos distintos, afines a los nuevos tiempos. Donde la guitarra de Martin
ya no sería tan necesaria y se alzarían, a modo de prueba, ruidos sintetizados por
las modernas computadoras de los ochenta y noventa.
El viejo
Barre se quedó solo en su nueva mansión comprada con los royalties de Thick as
a Brick, Aqualung, Locomotive Breath, My God…haciendo escalas bluseras en su
colección de Fenders. Y qué grande es Barre, y cómo le ensalza esa modestia que se
gasta. Fueron 21 los trabajos de estudio que grabara con JT. Bueno, en realidad todos menos
This Was, el primero de la banda, ya que él se enroló un año después de editado aquél, en 1968.
Y desde que navega solo, ha editado tan solo tres discos, a los que añade estos
días un cuarto “Away with words” tras diez años en barbecho.
Se llevan
bien el bardo y el juglar aunque sigan derrotas divergentes. Ian es un
workoholic que sólo dio un respiro a la música cuando decidió embarcarse en el
negocio de la cría del salmón en las islas Skyes, allá en Escocia. Barre deja
pasar décadas entre disco y disco en solitario, consciente y esclavo de esa
falta de appeal de la que goza el minstrel.
A los 67
años, uno se aferra a lo que sabe hacer; busca su identidad mirando con ira
por el espejo retrovisor, repitiéndose una y otra vez que lo que hizo va a
perdurar hasta sobrevivirlo.Y cada noche, antes de meterse en la cama, le musita
a la imagen que le devuelve el espejo mientras se lava los dientes, que él es Jethro Tull. Y se
acuesta sin apagar el eaquipo de música, y se hunde en el mar del ensueño con la voz de
Anderson acunándole en Wond´ring Aloud, mientras se va haciendo esa pregunta mortecina que le adentra en la inconsciencia: por qué.
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