Así como
aquellos que defendían (entre ellos Unamuno) que la realidad de Don Quijote era tan rotunda que fuera
él quien se inventara a Don Miguel de Cervantes, así le ocurre a Dave Brubeck con
“Take Five”.
El hecho de que esta pieza fuera la más pegadiza de su álbum “Time Out” (1959), hasta el punto de
que se adhiere como melaza a la memoria musical de quien la escucha, y no te
abandona con su tema pianístico inundándolo todo a su paso, da a pensar a
gran cantidad de aficionados -poco meticulosos- que esta maravilla, ya convertida
en estándar desde el primer segundo que fue compuesta, saliera de las meninges del pianista.
Pero no.
No.
Porque TAKE
FIVE es producto del genio de... Paul Desmond. A la confusión nos lleva el hecho de que el
combo de amigos "Desmond-Brubeck" se eternizara en su cuarteto habitual interpretando la
tonada mil y una veces hasta la muerte del saxofonista en 1977.
El disco Time Out, donde Take five aparece por vez primera, fue producto de una
gira del grupo por Eurasia llevados de la mano del Departamento del Estado
de USA, cuando en tiempos de la Guerra
Fría llevar el jazz a aquellos lares era como abrir fábricas de Coca Cola en Berlín
(os acordáis de Uno, dos tres, de Billy Wilder?). Y quizás la pieza del disco
que más responda a lo anteriormente dicho sea Blue
Rondo a la turk, que como su nombre indica le fue inspirado al pianista
al escuchar los compases tan extraordinariamente distintos de los zocos de
Ankara.
El bueno de
Dave Brubeck nos dejó hace muy poquito, escasamente dos meses: el 5 de diciembre de 2012. Curiosamente el mismo
día que lo hiciera mi madre dos años antes. Lo convoco en esta tarde "sobrecogedora" y lluviosa
de sábado con mi agüija particular y le agradezco que me dedique “Three to get
ready”, o que me eche un guiño de complicidad cuando se le cae la ceniza sobre mi
alfombra en medio de su solo de Strange
Meadow Lark.
A Dave
Brubeck llegué durante mi primer año universitario, de la mano de Gabriel, un
compañero de conocimientos dispersos, nada modesto e intelectualmente
inofensivo. Supongo que cuando me dejó aquel disco “We´re together again for the first time”, no intuía que me
estaba regalando un one way ticket (sin retorno) hacia el mundo del west coast jazz.
Desde entonces Mulligan y Desmond se convirtieron en mis soleados saxofonistas
de la costa oeste, tan lejos de los clubes oscuros y bulliciosos de Nueva York, o
Nueva Orleans donde me enfangaba escuchando a otros dioses negros llamados Dizzy, Coltrane, Miles y Parker.
Gaby habría
leído en algún sitio que aquel pianista era uno de los pocos que podían
interpretar a la perfección dos melodías distintas, una con cada mano, sobre el
teclado. Supongo que lo entendió mal, y que lo que intentaba decirme era que
Dave Brubeck era un malabarista con los “tiempos” de sus compases; de ahí
además el título del disco del año 1956 Time
Out.
No quiero restar mérito alguno a los esfuerzos de mi orondo amigo. Bastante tuvo con destacar a Brubeck como poseedor de unas facultades extraordinarias. Bastante con que lo hiciera en aquella época en la que el oráculo de internet ni siquiera se intuía. Y bastante también, y nunca suficientemente agradecido, con que socializara sus parcos conocimientos jazzísticos con aquél introvertido compañero de clase que le había deparado el curso 90-91.
No quiero restar mérito alguno a los esfuerzos de mi orondo amigo. Bastante tuvo con destacar a Brubeck como poseedor de unas facultades extraordinarias. Bastante con que lo hiciera en aquella época en la que el oráculo de internet ni siquiera se intuía. Y bastante también, y nunca suficientemente agradecido, con que socializara sus parcos conocimientos jazzísticos con aquél introvertido compañero de clase que le había deparado el curso 90-91.
No hay comentarios:
Publicar un comentario