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La mejor postura antiálgica

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sábado, 2 de febrero de 2013

DAVE BRUBECK






Así como aquellos que defendían (entre ellos Unamuno) que la realidad de Don Quijote era tan rotunda que fuera él quien se inventara a Don Miguel de Cervantes, así le ocurre a Dave Brubeck con “Take Five”.
El hecho de que esta pieza fuera la más pegadiza de su álbum “Time Out” (1959), hasta el punto de que se adhiere como melaza a la memoria musical de quien la escucha, y no te abandona con su tema pianístico inundándolo todo a su paso, da a pensar a gran cantidad de aficionados -poco meticulosos- que esta maravilla, ya convertida en estándar desde el primer segundo que fue compuesta, saliera de las meninges del pianista. 
Pero no.
No.
Porque TAKE FIVE es producto del genio de... Paul Desmond. A la confusión nos lleva el hecho de que el combo de amigos "Desmond-Brubeck" se eternizara  en su cuarteto habitual interpretando la tonada mil y una veces hasta la muerte del saxofonista en 1977.
El disco Time Out, donde Take five aparece por vez primera, fue producto de una gira del grupo por Eurasia llevados de la mano del Departamento del Estado de USA, cuando en  tiempos de la Guerra Fría llevar el jazz a aquellos lares era como abrir fábricas de Coca Cola en Berlín (os acordáis de Uno, dos tres, de Billy Wilder?). Y quizás la pieza del disco que más responda a lo anteriormente dicho sea Blue Rondo a la turk, que como su nombre indica le fue inspirado al pianista al escuchar los compases tan extraordinariamente distintos de los zocos de Ankara.
El bueno de Dave Brubeck nos dejó hace muy poquito, escasamente dos meses: el  5 de diciembre de 2012. Curiosamente el mismo día que lo hiciera mi madre dos años antes. Lo convoco en esta tarde "sobrecogedora" y lluviosa de sábado con mi agüija particular y le agradezco que me dedique “Three to get ready”, o que me eche un guiño de complicidad cuando se le cae la ceniza sobre mi alfombra en medio de su solo de Strange Meadow Lark.










A Dave Brubeck llegué durante mi primer año universitario, de la mano de Gabriel, un compañero de conocimientos dispersos, nada modesto e intelectualmente inofensivo. Supongo que cuando me dejó aquel disco “We´re together again for the first time”, no intuía que me estaba  regalando un one way ticket (sin retorno) hacia el mundo del west coast jazz. Desde entonces Mulligan y Desmond se convirtieron en mis soleados saxofonistas de la costa oeste, tan lejos de los clubes oscuros y bulliciosos de Nueva York, o Nueva Orleans donde me enfangaba escuchando a otros dioses negros llamados Dizzy, Coltrane, Miles y Parker.


Gaby habría leído en algún sitio que aquel pianista era uno de los pocos que podían interpretar a la perfección dos melodías distintas, una con cada mano, sobre el teclado. Supongo que lo entendió mal, y que lo que intentaba decirme era que Dave Brubeck era un malabarista con los “tiempos” de sus compases; de ahí además el título del disco del año 1956 Time Out
No quiero restar mérito alguno a los esfuerzos de mi orondo amigo. Bastante tuvo con  destacar a Brubeck como poseedor de unas facultades extraordinarias. Bastante con que lo hiciera en aquella época en la que el oráculo de internet ni siquiera se intuía. Y bastante también, y nunca suficientemente agradecido, con que socializara sus parcos conocimientos jazzísticos con aquél introvertido compañero de clase que le había deparado el curso 90-91.





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