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La mejor postura antiálgica

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sábado, 8 de mayo de 2010

DAVID SPENCER

Qué intrincados cliqueos me han llevado por la red hasta toparme con la foto de David spencer junto a una insulsa entrevista que le hacen en un diario de Córdoba. Me entero, sin embargo, en ella, de que tenemos la misma edad, añada del 66, y de que sigue escribiendo libros de texto, ahora ya en solitario tras la aciaga pérdida de su amigo y tocayo el otro David, el Vaugham.
El fotógrafo le habrá pedido que pose así, un poco forzado junto a lo que parece una muela de molino de aceite, quizás un vestigio del paso de los califas por esas tierras meridionales.
Veo de nuevo su cara de niño triste, su flequillo de héroe de Paracuellos, y evoco su voz suave y docente siempre tratando con delicadeza y mesura su cuasi perfecto castellano.
Lo trasladé en mi coche en varias ocasiones a través de Navarra y La Rioja, de congreso en congreso y de charla en charla, por todos los C.O.P. que se nos ponían a tiro. A lo largo de aquellas rectas infinitas de la A-68 nos fuimos dando a conocer poco a poco, casi por llenar respetuosamente el silencio incómodo de los viajes. Y así supe lo orgulloso que se sentía de haber sido alumno y discípulo allá en la Universidad de Oxford del mismísimo Javier Marías.
Todo surgió al descubrir él sobre el salpicadero del viejo Opel Astra el vólumen de Todas las Almas que estaba leyendo un servidor. Los ojos se le hicieron Sparklings al avistarlo y ya no hubo más tema que la evocación de aquellos días de estudiante en Oxford, y la admiración que le profesaba al escritor que tan bien supo retratar en la novelita el ambiente cerrado y tan de naftalina de la vieja universidad. La asignatura que atendía Marías era tan minoritaria, que la impartía en su propia habitación cual si fuera una charla de amigos.
Apuesto a que Spencer habrá leído todo lo que ha salido de la pluma de Javier Marías, casi por obligado rendimiento de pleitesía a la memoria de aquellos años. Mi caso sería parecido de no ser por el enorme escollo que me supuso Tu rostro mañana, Fiebre y Lanza, que me ha apartado por ahora de su prosa más plúmbea y enojosa a  mi juicio.

Me ensalzó también -lo recuerdo- a un autor que le gustaba y del que yo no había oído hablar jamás aun siendo español, el autor digo. Julián Ríos, al que tenía por el James Joyce hispano, por el Proust del castellano, y al que el stablishment literario y cultural lo mantenía ignorado de la manera más injusta e ignominiosa. LARVA era la novela cumbre de Ríos, según me contaba David, con un estilo que se acercaba más al Finnegan´s Wake que al Ulises del inmortal dublinés. Inextricable por tanto. Como un Libro de Manuel de Cortazar, o como El ruido y la Furia de Faulkner.
Todo eso me contaba el bueno de David, con su carita de vino Sherry y su ropa de Marks and Spencer.
Y me entero hoy por esa entrevista andaluza de que sigue bregando con los phrasal verbs y las defining clauses. Seguirá vendiendo su lengua franca a nuestro duro oído. Aquí está, a la vera de esa muela enorme, mojando su picatoste en el platillo de aceite cordobés, mientras la brisa que llega de lejos, desde el estrecho, le atusa el flequillo ralo y lacio de héroe de Paracuellos.

2 comentarios:

  1. Muy bueno, tío. Qué envidia sentir esa erudición, esa capacidad para empaparte de tanta fuente de sabiduría, y de poder transmitirla.
    Honor siempre a quien tiene algo (mucho) que enseñar a tan torpe iletrado como este afortunado amigo.

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  2. Edu,esto no puede seguir así. Tenemos que buscar un concierto que nos guste a ambos. A ti no te va el jazz y a mi Fito no me vuelve loco. Hay que buscar un término medio que nos permita tomarnos unos buenos destilados.

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