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La mejor postura antiálgica

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lunes, 20 de septiembre de 2010

RONCAGLIOLO

Estoy leyendo una vez más a Roncagliolo. Un título anodino que se me olvida. No acabo de acordarme del título de la novela que estoy leyendo. Qué raro. Tan cerca de la vida. Lo cierto es que sé que no me defraudará y que a pesar de que voy por la página 65 y ando aún errabundo y desenganchado, acabaré por doblegarme ante una vuelta de tuerca o un meandro intenso que me gane de nuevo a la causa.
He leído Pudor. Y Abril Rojo. He leído Memorias de una Dama. Y ésta última me parece la Conversación en la Catedral de este otro peruano. Me fascinó, me convenció, me convirtió al roncaglionismo.
Así que he vuelto entusiasmado a esto que parece un cóctel entre la Coppola y la Coixet. Por cierto, si no habéis visto El mapa de los sonidos de Tokio sabeos afortunados. Me he de repetir "no volver a intentar nada Coixet. Ni un anuncio."
La incomunicación en la nueva Babel que es Tokio. Vale. Inteligencia artificial y máquinas para subrrayar la incapacidad relacional. Vale. Me muero por un punto de vista extraordinario, y la segunda persona del singular dirigiéndose a Mai me parece, cuanto menos, sugerente para ver a dónde me lleva y cómo lo culmina. Vale.
Que me identifico con Max. Sí, mucho. Soy de los que una vez al año deambula por los pasillos y ascensores del hotel donde la empresa te junta con otras doscientas personas con identificador al pecho. Un horror y un espanto. Por eso sigo con esta novela, a pesar de que no anima en su proemio.
Añoro Memorias de una dama. Y me acabo de enterar de que he de guardar mi volúmen como oro en paño. Las reediciones están congeladas. Los herederos de la Dama en cuestión, en quien se basa el personaje de la novela, tienen abierta una querella con Alfaguara y con el autor que mantiene en solfa el futuro de la magnífica novela. Por ahora. Así que vayan a las bibliotecas o pídanme mi ejemplar. Prometo enviar. Con vuelta.

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