Tengo en la agenda emborronadas ya las páginas primeras de septiembre. Un poco más atras, tan sólo a la distancia del leve gesto de volver tres hojas, me sumo en el bendito erial de blancor de agosto: trece folios gritando al unísono el dolor de empezar a ser olvidados.
La mordida del tiempo, que imperceptiblemente comienza a verter un sepia suave sobre el níveo rayado de unos días expósitos.
Y qué se hicieron de aquellos maravillosos días?
Al no llevar cómputo y registro de cada acción las lindes se diluyen, se confunden, y los recuerdos se mezclan y triscan asilvestrados por las hojas sin respeto al orden ni al concierto.
Amalgama y mezcolanza del placer atemporal, ceñido sin embargo a la celda del mes más dulce.
jueves, 8 de septiembre de 2011
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Esos días, Fructus, se te han quedado por la piel. En algún momento, un detalle de los vividos pulsará un resorte diferente en ti y verás que ahí, justamente ahí, se quedaron esos días. Nada desaparece, sólo se aletarga, hasta que llega su momento. Un beso, Fructus.
ResponderEliminarYa está. Ya me encuentro mejor. Los eventos consuetudinarios que acontecen en la rúa me van sedando el ánimo. Voy de nuevo recuperando el tranquilizador miedo a la libertad. Me reveló un amigo este verano, que el nombre de la Blackberry transciende su literal traducción de mera baya oscura del bosque, pongamos arándano, mora o grosella. Me decía que en realidad es una figura retórica del lenguaje. Un metáfora ni más ni menos. Y que con ella se referían en el sur de los USA a la bola de hierro con la que venían lastrados por los tobillos los esclavos negros desde África. Pues eso. Otro para ti.
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