Parece que 1968 suena a magdaleniense, a achelense, palelolítico... y efectivamente está en el pleistoceno de mi biografía. Y yo hoyé su templo mucho después, pero ellos levantaros los primeros sillares, las primeras torres de la catedral del ROCK. Y ahora sólo queda escuchar y escuchar los viejos temas y fijarse no sólo en el solo de Blackmore o de Paice, sino en el denso ambiente que este loco de la música clásica inyectaba con su órgano. Porque para mí, John Lord estará siempre en April, del disco Deep Purple (1969), con la portada del Bosco, del Jardín de las Delicias, donde esos locos melenudos le dejaban sacar sus partituras de música clásica no sea que se enfadara. Y le dejaban configurar la orquesta y hacer sitio en su disco para los oboes y fagots...
Aunque luego estaba Smoke... o Child in Time... con sus directos en Japón, o como esta maravilla de New York... en la que recomiendo no pestañear.
En fin, un pionero inigualable, junto a tantos otros, cierto, pero John Lord es un caso excepcional y legendario, el cascabel de la cola de la serpiente del Rock, sin la cual su cabeza no podría haber segregado estos venenos como los de Eddie
Larga escucha a Deep Purple!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!