Pasan los días y caen los libros; subo los montes a pie o en bici; van versando los poemas acerca de la vida, que va estrechando su lozanía. Más mal que bien, habría que ir dejando registro de todo ello.
A veces llego tarde a las cosas. He llegado tarde por ejemplo a Ricky Lee Jones. Pero mañana me pongo al día. De nuevo la sala BBK. Concierto de la antigua novia de Tom Waits. Sé que es un poco injusto referirse a ella de esta manera. Pero es que a Tom Waits sí llegué a tiempo, y es un referente de mis tímpanos desde hace tantos años. Este Rainbow Sleeves rezuma "waitsismo" por los cuatro costados y casi apetece oir la voz rota de Tom. Sin embargo, la pieza es redonda con la voz de Ricky Lee. Seguro que no la interpreta porque sólo nos dará una nueva versión de los temas de sus dos primeros álbumes " Ricky Lee Jones" y "Pirates", con una banda completa, incluídos los metales.
Nighthawks siempre me ha venido a la mente con muchas de la canciones de T.W.
Se me antojó un plató de televisión de la BBC en los años 60 ó 70, con los colores todavía tan pastosos y lejanos del HD: el rojo intenso del telón aterciopelado del fondo, la luz verdosa que iluminaba en contrapicado cada una de las palmeras dispuestas por el escenario, la inquietante penumbra en la que aguardaban las tres guitarras de Pat Meheny.
Dejé a Iñigo en su asiento y mientras el público buscaba su acomodo atisbé la cabeza de Mikel entre el gentío y fui a saludarlo. Iba con un amigo, el dueño del pub Tobarish de Deusto, un incondicional de P.M. que con ésta atesoraba ya en diez u once las veces que había visto en vivo al de Missouri. No por nada, el logo del Tobarish es un instrumento de cuerda, una balalaika contenida en un círculo. Al final olvidé preguntarle a Mikel cómo era que había encontrado el camino hasta este huerto. Me seguirá intrigando.
Volví con mi niño y con sus quince añitos. Tan tenso, tan hierático él, tan avizor, tan extraordinario. Luego, al final y ya de camino a casa me confesó que le había encantado el concierto y que llegó a reconocer dos o tres temas. PORTENTOSO.
Las tres primeras piezas fueron un diálogo entre la guitarra de Metheny y el contrabajo de Grenadier. Creo haberle entendido, cuando se dirigió al público, que estos primeros cortes eran fruto de la amistad y colaboración con Brad Melhdau, quien por cierto estará en esta misma sala un martes del próximo mes de diciembre. ¿Iremos?
Ocurre que Pat cuenta con muchos registros. Y el desplegado en estos primeros temas (tan del estilo del P.M. Quartet) exige la colaboración activa del auditorio. Son temas poliédricos donde la melodía principal se desliza como una anguila entre los acordes y escalas de la improvisación. Tan pronto la identificas como la sientes desvanecerse entre la vertiginosa digitalización de este monstruo. INMENSO.
Por supuesto, Larry Grenadier pasó el examen con Flying Colours, a la altura de la estrella a la que apuntalaba, ofreciendo unos solos que nos dejaron boquiabiertos.
Cuando Pat coge, sin embargo, su guitarra tuneada con voz de sintetizador, entramos ya en lo que viene siendo el sonido de PAT METHENY GROUP. Eran sólo tres en el escenario pero ya sonaban a Big Band, y comenzaron a desgranar, uno tras otro, varios temas más o menos conocidos. BESTIAL.
PERO, Pero, pero…Ocurre que le pasan una modesta guitarra española; sus adláteres le dejan solo en el taburete en el que se sienta; y se apagan las luces hasta dejar un solo foco a él dirigido. Y entonces, sin previo aviso, comienza a desplegar las primeras notas de Always and Forever. Esta pieza siempre me desarma. Y sin lugar a dudas podría decir que es mi favorita entre las veinte favoritas que pudiera nombrar. A&F me contrajo la espina dorsal a base de escalofríos. Cómo me asombra la naturalidad y tranquilidad con la que este tipo puede desmigar el maná ante un atónito auditorio de mortales e incrédulas orejas.
Sin moverse del pequeño taburete, cambia entonces de instrumento para acoger entre sus brazos esa extravagancia de creación propia que es su guitarra “Picasso”. Como genio que es, se le perdona eso y todo lo que él quiera que se le perdone. Era la primera vez que yo veía a la “Picasso” en directo, y he de admitir que es una fiesta ver a Pat tocándola y sacándole tanto partido a esa mezcla de guitarra, arpa, mandolina, bajo y (en honor al amigo de Mikel) balalaika. GLORIOSO
El fin de fiesta fue su particular apoteosis de la técnica. Cuando mientras grababa en directo algunos compases para, a renglón seguido, reproducirlos y crear nuevos fraseos sobre ellos, edificaba una atmósfera densa, un momento mágico, una endiablada estructura que casi podías tocar. No sé todavía cómo esas grabaciones se iban convirtiendo de sonido de cuerda en percusión de metalófono, mientras en unas estructuras juliovernianas se iban encendiendo una serie de psicodélicas botellas.
En fin, algo difícil de explicar, y tan vistoso como innecesario y prescindible. Un tour de forcé bizarro y extravagante por el que deberíamos pasar por alto.
Anyway, érase un hombre a un mástil pegado: Pat Metheny. Virtuosismo y condenada calidad. Camisa azul con rayas blancas horizontales. Melena estropajosa pero limpia. Y desde luego, la misma cara de ser humano y de muy, muy, muy buena persona.
Abandonó Bilbao pues, para tocar dos días después en Barcelona, y este fin de semana en el que ya estamos, en Israel.
Como ya he colgado en varias ocasiones videos de P.M. tampoco es necesario que colapse la videoteca con nuestro amigo. Aquí dejo por tanto otro monstruo al que me estoy aficionando últimamente: Trombone Shorty. ¿Es otra historia? NO. Es buena música. Es New Orleans. Es Trombone Shorty.
Por motivos que no vienen al caso, este dominguero se queda hoy de secano en casita, aunque la jornada de reflexión fue la de ayer. Por cierto, mi voto va para Rosa Díez. Para muchos tránsfuga, pero para casi todos piedra en el zapato. Haciendo honor a su nombre afila las espinas para que las balanzas de cada C.A. tiendan hacia la sensatez de la labor púplica y no hacia la inercia, ya consuetudinaria casi, del bien propio. Adiós diputaciones y senado y cancela para el nacionalismo tan romántico y destructivo para con lo distinto. Lo uno, el bat, es egoista por definición, onanista por práctica y legendario en sus genealogías siempre presentes.Las espinas de Rosa harán sangrar a quien quiera alargar esta tendencia de país más federalista que Suiza Alemaia y EEUU juntos. Un poco más de denominador común, por favor, y menos centrifugismo. Lo razonable se confunde y se pierde entre el bosque de palabras altisonantes y obediencia a partidos; por no decir entre derechos "forales" que se originaron hace más de trescientes años en circunstancias, cómo decirlo, algo distintas a las de hoy día. Abajo la pluralidad a dos. Hay más alfabeto que A y B.
Rosa para que necesiten cogerla, para que les haga falta en sus matemáticas de escaño.Pero Rosa con espinas para que deje marca y haya intercambio de fluidos.
Cada rosa tiene su espina.
Llevaba injertadas en las pantorrillas tres hectáreas de tierra cántabra. El agua de la ducha enturbió con ellas el plato y tuve miedo de que se hiciera un trombo y anegase todo el baño. Un tapón de barro otañés. Lo poco que ha llovido estos días de atrás ha mantenido vivos unos charcos de barro bantú en todas las zonas de sombra por las que hemos pasado.
Como ya la espalda no aguanta el violento ajetreo de correr, de hacer footing, jogging, marcha... hemos trocado la Herri Krosa de esta mañana en Bilbao, por un destino sugerido por el hermano de Edu Laguna: Otañes. Cantabria. Un pueblito anejo a Castro Urdiales.
31,5 km de distancia. 1120 m. de desnivel acumulado. Pendiente máxima de +17,8 % de subida, y de -36,8 % de bajada. Un tiempo algo más fresco que el de ayer y el cielo cubierto y amagando aunque sin llegar a soltar nunca ni una gota. Buen clima por tanto para los menesterosos del BTT, aunque yo hubiera agradecido una buena canícula con las que me crezco y a las que sé responder en condiciones. De nuevo la ausencia de sol nos atenúa una vista vívida del Cantábrico. Inmenso a nuestros pies, más allá de las rocas broncas de esta zona y de la cantera.
El de Pescara se ha mostrado bravo. Seguimos jaleándonos a pleno pulmón para buscar esa fuerza que se nos escurre pendiente abajo. El resto de ciclistas deben pensar que estamos locos. Pero no es sino la técnica de Arantxa Sánchez Vicario en tierra batida, o la de Keith Jarret jadeando sobre las teclas de un Steinway.
Nunca había rodado entre tantos eucaliptos. Pensé que de estar incubando el menor catarro, con tanto aroma a chicle de menta se me quitaba seguro. El piso es muy desagradable, muy seco y agrietado, y las bajadas han sido muy técnicas en algunas ocasiones.
Nos llega este wikileak por mano de Edu, y hubiera sido lo suyo que el de Maruri se hubiera apuntado, pero está a otros menesteres. Y el que me bautizó en el oficio se me hace esquivo. Escúchame: este año no te escapas. Te llevaré a un concierto de Jazz en tu cumpleaños.
Nos ha servido también para mantener el tipo tras quince días de recogida obligada por la borrasca y el ciclón. El 26 se apróxima inexorable y nosotros somos los anfitriones. Los guipuzcoanos querrán brillar en plaza ajena y es seguro que se estárán esculpiendo en bronce los gemelos.
Amén por tanto a la incursión por tierras del oeste. Sin caídas. Sin pinchazos. Un italiano resuelto y divertente a la mia vera.
Llego a casa con la hectárea de tierra acoplada en las corvas, ahito de cocacolas y sustancia amarilla e isotónica. Me aguarda sobre la mesa una lubina al horno con los flancos abiertos en pose de bienvenida. Antes del cóctel de ibuprofeno me abro una botella de Rioja: Sobrón, reserva del 2002. El tempranillo siempre le ha gustado a las lubinas. Noto en el estómago su alborozo toda vez que le escancio un decilitro por que nade. Al tercer de sus procaces aleteos decido recoger y echar la siesta.
Aquí va la imaginería, nunca justa con las sensaciones vividas esta mañana.
Las disfruten. Repórtenme si les gustan.
Exultante.
¿Hay mejor manera de pasar una mañana de domingo?.
Es una pregunta retórica. No respondan.
Esta amiga no llegó a subirla nadie.
Palabra.
Maurizio parece devastado por echar pie a tierra.
Mas todos lo hicimos. Stroncios que somos. Amaljamados.
Por esto no quiero salir casi nunca en las fotos
El hilo del camino ascendido blanquea entra la foresta.
Descansar de los números, de las ventas, de las presentaciones, de los informes. Desconectar de internet y de cualquier enchufe. Sacar la llave del contacto y apagar las radios. Ahora leo. Leo. LEO.
Zambullirme durante varias semanas y curiosear intestinamente en la familia Berglund. La formada por Patty y por Walter desde sus tiempos de universidad. Por sus dos hijos y por sus inadaptaciones, fracasos y decepciones. Asistir al efecto que Richard Katz provoca en la pareja toda vez que prorrumpe en ella recordándoles que es un vértice más de ese triángulo que han formado desde el principio de los tiempos.
Sorprenderme cuando Walter encuentra al fin un bote salvavidas en los brazos de Lalitha mientras se obstina en salvar al mundo del terror de la sobrepoblación. Sin embargo no puede abandonar el barco de Patty por mucho que le duela y apunte a pique la proa. No puede hacerle eso. Es Patty. O más bien porque Walter es como es y no puede cambiar a los 47 años. ¿O sí?.
Katz es un músico afortunado. Llega a optar a un grammy incluso, para luego abandonar la carrera y volver a su viejo oficio de techador.
Me imagino la figura de Richard como la de Dave Matthews, un poco más espigado y sin tanta frente despoblada. De EEUU no viene todo, no todo lo exportan, a veces se crea un cuello de botella para determinados grupos musicales, determinadas modas, libros, series de TV... Dave Matthews es un caso especial. Se trata de un simbionte, de un clon de Ferrán Adriá. Trocó lo fogones al cerrar El Bulli y adoptó esta nueva vida de replicante para llenar los estadios de toda América.
¿Se podría imaginar Pat Metheny allá por los ochenta, cuando compuso "Song for Bilbao", que llegaría a tocar pasados treinta años en plena Gran Vía de la Villa? Song for Bilbao se encuentra en el disco TRAVELS, el primer disco que grabó en directo, y vengo oyéndolo, incansablemente desde el siglo pasado, hasta el punto de poder silbar cada una de sus notas mientras el tema avanza y conquista cada rincón de esta casa.
El día 22 viene pues a Bilbao, a la Sala BBK, y desde el viernes, que me enteré y compré las entradas, vivo sin vivir en mí, mas sabiendo lo que espero.
Para mayor deleite, llevaré a Iñigo, para bautizarlo a sus quice añitos en las aguas del virtuosismo y la sensibilidad de este músico con cara de tan, tan, tan buena persona. Aunque, en puridad, no será quizás la primera vez que lo escuche, ya que a mediados de julio de 1996, esto es, dos meses antes de que naciera, asistió -dentro del ostensibilísimo embarazo de Iciar- al festival de Jazz de Vitoria, donde los rasgueos y punteos de Metheny seguro que vibraron por entre el líquido amniótico que lo rodeaba hasta alcanzar sus ya formadas orejitas.
Veremos pues, y oiremos muy bien (primera fila aunque un tanto ladeada) el nuevo disco de versiones que parece acaba de editar. Supongo que por versiones querrán decir "standars". Guay.
Por todo ello, no puedo sino colgar aquí el video de Song for Bilbao, donde curiosamente el bueno de Pat deja brillar a sus maravillosos músicos. Entre ellos, mención al espectacular y admirado Richard Bona -con permiso de Lyle Mays- con su bajo de cinco cuerdas al que festonea con la voz dando ese toque suyo tan característico.
No hace ni un mes que fuimos los tres a esta misma sala BBK a ver a Jack Bruce, y lo cierto es que a más tiempo que pasa con mayor decepción lo recuerdo. Las pocas veces que he visto una banda liderada por el bajo, siempre me ha causado una pésima impresión, debido a la obligada necesidad de tener que destacar por encima de todos los instrumentos a uno que, desde mi punto de vista, no ha nacido para ello.
Cuando más me gustaba JACO PASTORIUS era cuando más integrado lo oía en Weather Report; Richard Bona mejora el conjunto de la Pat Metheny Group en los años que estuvo en ella, y ni que decir tiene que STEPS AHEAD está cojo sin su rotundo bajo; Marcus Miller, gigantesco siempre que lo he oído integrado con Miles o con cualquier otro, pero también lo he visto en directo y tanto solo infinito de bajo percutor, así como su monopolio de estrella por el escenario, acabó por estragarme; Phil Lynnot era otra cosa, otro género, otro color, y su bajo siempre lo he sentido fuerte pero integradísimo en los Lizzy.
El abuelete Jack Bruce hizo unos méritos extraordinarios para mantener el tipo, pero sin embargo, su estilo no es como para destacar de solista en una banda como la que se trajo. Está más bien para darle el reloj de oro y la banda tricolor pero no para que le dejen aburrir al personal, con permiso de los nostálgicos trasnochados. Bruce necesita a Cream, o a un Gallagher al que pautar y crear la base rítmica con su bajo machacón, pero no es para nada un virtuoso al que se le pueda hacer silencio para un solo.
Bueno, pero me estoy yendo por las ramas, aunque hablando de bajos o contrabajos, no hubiera estado nada mal que Pat Metheny se hubiera traído a mi admirado Dave Holland, o a su querido colega Charlie Haden para deleitarnos con Cinema Paradiso.
Listos pues para aplaudir en cuanto salga con su camiseta de rayas horizontales y su sonrisa de amigo de toda la vida. Hagan un silencio respetuoso y se deleiten.
Es lo que tiene ir en buena compaña. Te acostumbras a esperar o a que te aguarden en las curvas. Parloteas vagamente sin afán de profundizar en nada, tan sólo por aliñar con palabras el runrún del pedaleo. Pero cuando lo previsto es que si sales lo harás solo, como antaño, entonces empiezas a ponerte excusas. Y esperas en el rebozo de la cama que se oigan las gotas de lluvia arreciando contra la chapa que en el patio protege el cuadro del gas. O sencillamente esperas no despertarte hasta las diez, ya demasiado tarde para inciar nada. Pero no. Ningún palo entre los radios que impida lo previsto, sólo el silencio matinal de la casa y una especie de saudade por todos los rincones, que al principio interpretas como un augurio de algo, ¿de que me quede? igual si salgo me caigo y yendo solo ya se sabe... ahí te quedas olvidado en un pinar, fracturado algún hueso y el orgullo. Pero no. Sólo es saudade de martes de difuntos. Recuerdas que la previsión del tiempo es que mañana entra una borrasca de las buenas que se va a quedar un tiempo echando agua por todo el auskalmet. Así que es otra prueba más de que hay que aprovechar la mañana y salir con Scott a que le dé el aire. Aún así noto el agarrotamiento de la tristeza del día 1 de noviembre. Qué tontería, pero algo me frena el alborazo de salir en bici al Pagasarri.
Efectivamente, luego todo el monte me gritó lo que yo sentía por dentro. Y huí hacia arriba, esperando que la densidad de la tristeza la lastrara en la zona baja del día. Ascendí pues, subí, trepé con rabia con la ayuda de Scott, hasta que comprobé que era inutil: la luz pastosa y un silencio sin viento entre los árboles hacian de los caminos solitarios una especie de ensoñación triste y viscosa.
Los pocos montañeros que topé, los bikers que vi, todos sumidos en una suerte de amodorramiento incierto. En grupos pero sin hablar mucho entre ellos. Los ojos bajos llenos de noviembre. En el Refugio tomé mi caldo mientras a mi alrededor se echaba en falta la algarabía de los huevos con bacón y la preparación de la vuelta a la ciudad. Bajé por la pista más transitada solo por evitar la soledad de las trochas que usualemente me gustan. Sorteé con mucho tiento a los zombies que subían pesadamente mirando el suelo. Y ya en Bilbao tras dejarla en el taller a buen recaudo, encontré a mi padre deambulando por las calles, arrastrando su particular día de difuntos, el primero sin ella. Nos tomamos cuatro vinos, dos Albariños y dos Ribeiros. No quiso venir a comer a casa. Nos separamos ahítos de 1 de noviembre. Nuestro primer 1 de noviembre. Lo vi alejarse. Arrastrando su soledad. Eligiéndola. Paladeándola